«Las memorias de Sarah Bernhardt» es el recuento de los últimos
días de la gran actriz francesa. Retirada en su mansión en el
campo, pasa revista con su secretario, Georges Pitou, a los
acontecimientos de su vida. Charo López y Emilio Gutiérrez Caba,
bajo la dirección de José Pascual, dan forma a estos dos personajes
en la versión que Borja Ortiz de Gondra ha hecho de la dramaturgia
de John Murrel, que los próximos días 7 y 8 de mayo se presentará
en el Auditòrium. De este modo, Charo López encarna la decadencia
de Sarah Bernhardt (París 1845-1923) , frente a cuyos ojos desfilan
los personajes que tanto influyeron en ella, desde su tiránica
madre o su hermana, con las que siempre mantuvo una relación
difícil, al empresario que tanto la explotó en sus giras por
América... Aparecen recuerdos dolorosos, como la pérdida de su
pierna derecha en un accidente ocurrido en escena, o momentos de
triunfos arrolladores, como cuando se atrevió a interpretar al
mismísimo Hamlet en Inglaterra.
Ortiz de Gondra ha afirmado sobre esta dramaturgia que es «un
texto implacable, tierno a veces, divertido siempre, sobre la
mentira del teatro y la verdad de la vida (o viceversa), que ofrece
a dos grandes actores la posibilidad de meterse en la piel de otros
para hablarnos de sus propios sacrificios, de sus éxitos y de sus
momentos difíciles». Por su parte, José Pascual ha reconocido en
Sarah Bernhardt «la actriz más famosa del siglo XIX, precursora del
star sytem, la excéntrica mujer que quiso hacer de su vida una
aventura tan extravagante como las de algunas heroínas que
interpretó».
Para el director, tanto a Charo López como a Emilio Gutiérrez
Caba se les plantea un juego de interpretación que se convierte en
un duelo: «Gracias a ellos el espectáculo teatral, el eterno y
vertiginoso juego de máscaras, se convierte en metáfora de una
huida hacia delante». Así, entre ambos personajes, y debido al
tiempo que pasan juntos, se forma un duelo apasionante y casi un
romance secreto que se despliega en el juego de los dos actores,
cuya representación se convertirá en una especie de metáfora de la
huida hacia adelante y del intento de detener el tiempo. Llevado
por el amor a su señora, Pitou se revelará como un actor consumado,
encarnando a personajes nacidos de los recuerdos y enriquecidos por
la imaginación. López añade sobre «Las memorias de Sarah Bernhardt»
que «nos encontramos con la vida, o con el recuerdo de la vida,
como juego de máscaras, como baile de personajes y acontecimientos
suspendidos en el presente, desmintiendo así por la vía de los
hechos la idea de que esa vida puede quedar sepultada por el
tiempo. Todo el drama y la frivolidad de la carrera de Bernhardt
desfilan como una demostración de que una vida apasionada es ya una
manera de aspirar a la eternidad».
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