El cineasta Peter Bogdanovich, ayer en Deià, durante la entrevista. Foto: SERGE CASES

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JOAN CABOT

Siempre se le ha tenido por uno de los cerebros de su generación: alguien que se pasaba el día viendo películas, leyendo sobre películas, imaginando películas. Peter Bogdanovich se lo toma con calma. Lleva casi una década sin firmar ningún proyecto de cierta relevancia. Últimamente trabaja, sobre todo, para la televisión y escribe libros. Empieza a soplar el viento en la terraza de su hotel en Deià. Dentro de unas horas participará en la segunda edición de las tertulias organizadas por la franquicia mallorquina del Hay Festival. La suya fue una de las visitas más destacadas del programa, pero no era la primera vez que viajaba a Mallorca.

-Durante los últimos diez años ha trabajado, sobre todo, para la televisión. Supongo que es un medio bastante diferente... -No veo tanta diferencia entre la televisión y el cine. Lo único es que tienes menos tiempo, pero para mí el proceso es el mismo. Trabajas con más presión, tienes que ir más rápido. Pero estoy acostumbrado: mi primera película la filmé en veintitrés días, que es más o menos el tiempo en el que tienes que filmar para la televisión. Eso solo supone que tienes que saber lo que quieres y conseguirlo rápido.

-En otros tiempos la televisión era algo así como el infierno para un director de cine. Eso ha cambiado.
-Nunca he tenido una actitud 'snobista' hacia la televisión. Para mí no deja de ser una película o algo bastante parecido. Ahora, creo, se cruzan el cine y la televisión mucho más de lo que nunca se han cruzado, y eso está bien. Para mí se trata siempre de contar una historia.

-Creo que está usted trabajando en una nueva película, «Roman Nights». ¿Es cierto?
-Estamos trabajando en el guión, pero no hay nada definitivo. A la vez estoy trabajando en otros proyectos. De hecho estoy en el proceso de cásting de algunos. ¿Qué película haré primero? No lo sé, la verdad. Podría ser cualquiera de las cuatro o cinco películas en las que estoy trabajando, pero «Roman Nights» aún está verde.

-¿Ha leido el libro de Peter Biskind «Moteros tranquilos, toros salvajes»? ¿Le hace justicia a su generación?
-No me gustó el libro. En realidad no lo he leido, porque leo dos frases y me enojo. Creo que la gente escribe sobre esa era, la de finales de los sesenta y principios de los setenta, porque allí empezó mucho de lo que está pasando hoy en el cine: la independencia, la gente intentando hacer películas más pequeñas, pero más importantes, hablar de cosas... Hay una reacción hacia las grandes producciones de Hollywood y creo que los directores jóvenes se dan cuenta de que nosotros hicimos entonces lo que ellos quieren hacer ahora.

-Al menos consiguieron hacer un cine más 'europeo', si me permite la expresión, más intelectual y atrevido. Un cine más allá de John Wayne matando indios.
-Éramos todos muy jóvenes y teníamos un punto de vista muy diferente. Sí que nos influyeron mucho los directores europeos. Supongo que sí, que el cine americano se hizo más europeo, y en cierto grado eso aún es así.

-Echando la vista atrás, ¿Con qué película se quedaría de las que ha dirigido?
-Se supone que los padres no tienen hijos preferidos, pero, por razones muy personales, mi película preferida de todas las que he hecho es «They All Laughed» («Todos Rieron», 1981). No digo que sea mi mejor película, pero es mi favorita.

-¿Ve sus propias películas?
-No. Sólo cuando alguien viene a casa y le apetece verla o cuando, como he hecho últimamente, tengo que preparar un DVD. Algo que acabo de hacer con «The Thing Called Love» («Esa cosa llamada amor», 1993).