El Teatre Xesc Forteza acogió ayer, por segundo año consecutivo,
la gala de entrega de los Premis Ciutat de Palma. La juventud de
los ganadores fue la nota característica de este año, destacando
los treinta y pocos de los vencedores, y, también, los Guillem
Sagrera de Arquitectura, protagonistas cada dos años del evento. El
auditorio, lleno hasta la bandera, estuvo pendiente en todo momento
de los galardonados, aplaudiendo su aparición sobre el escenario
del teatro.
En su intervención, Catalina Cirer, alcaldesa de Palma, destacó
la importancia de los Ciutat de Palma y, sobre todo, de sus
ganadores, «los auténticos protagonistas de la noche». «Hay que
apoyar las iniciativas culturales para fomentar la cultura. Las
instituciones y los ciudadanos también deben comprometerse con ella
porque es el latido de nuestra sociedad». Además, «la cultura debe
servir de elemento de unión y de integración» y, también, «debe
permitir integrar los nuevos modelos a los ya existentes».
Los primeros en salir a escena fueron los ganadores de los
Ciutat de Palma Guillem Sagrera d'Arquitectura. Vicenç Mulet, Marc
Alabern, el Patronat Municipal de l'Habitatge y Llabrés Feliu
recibieron la distinción a la mejor rehabilitación por el proyecto
del Centre de Serveis Socials de Ponent en Es Jonquet. María José
Duch, Francesc Pizà, la Conselleria d'Educació i Cultura y
Contratas y Obras Empresa Constructora S.A. se llevaron el premio a
la mejor obra nueva por la ampliación del área de educación
infantil del Colegio Público de Son Ferriol. Ambas distinciones
están dotadas con 15.000 euros, que se destinarán a la promoción de
ambos proyectos a través de una placa y de la publicación de un
libro.
Tamara Arroyo se llevó el Premi Antoni Gelabert d'Arts
Plàstiques, dotado con 12.000 euros, por la videocreación «Caja de
música», subiendo al escenario casi al finalizar la gala debido al
retraso del avión que la traía de Madrid y que le impidió recogerlo
en primera instancia. El Premi Joan Alcover de Poesia (catalán) y
sus 9.000 euros fueron para Jordi Llavina y «La corda del
gronxador», mientras que el Rubén Darío de Poesia (castellano)
recayó en «El peso de los puentes», del palmesano Javier Cánaves, a
quien los nervios sólo le permitieron agradecer al jurado la
distinción. Unos nervios que tuvieron un papel destacado entre los
galardonados, siendo una de las frases y sensaciones más repetidas
y comunes de la gala de entrega.
La nota más reivindicativa la puso el ganador del Premi Llorenç
Villalonga de Novel·la (catalán), Jordi Cabré, quien venció con «El
virus de la tristessa». «Esta novela es marítima pero también
histórica y política. Y, ya que tiene cierto compromiso político,
me gustaría citar a Rovira i Virgili, quien dijo que 'peor que los
Estatutos recortados son las almas recortadas'». Tanto el Llorenç
Villalonga como el Camilo José Cela de Novel·la (castellano) están
dotados con 18.000 euros. Este último galardón fue para Roman Piña
por «Boomerang, lema: Otis Matas».
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