Agustí Fernández, en Barcelona durante la entrevista.

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CARLES DOMENEC|BARCELONA

Los críticos de las revistas «Cuadernos de Jazz» y «Tomajazz» acaban de premiar «Lonely Woman», de Agustí Fernández Quartet, editado por Sirulita, como el mejor disco de 2005. El refinado músico mallorquín, figura relevante del panorama de la improvisación internacional, interpreta al piano la música de Ornette Coleman, junto a Liba Villavecchia, David Mengual y Jo Krause.

-¿Cómo surgió versionar al piano la música del saxofonista Ornette Coleman?
-Hace dos años, el Teatre Grec me pidió que tocara algo de jazz, porque soy conocido como improvisador, pero no tanto como músico de jazz. Me atraía trabajar con músicos de aquí porque muchos de mis proyectos son con extranjeros. Por otra parte, tenía ganas de tocar la música de Ornette Coleman porque siempre me ha gustado mucho. Es una música que nunca se ha entendido y le faltaba divulgación en España, quería dar mi versión de una música muy comunicativa.

-¿Qué necesita el Jazz para alcanzar la categoría de clásico?
-Muchos críticos ya hablan del jazz como la gran música clásica del siglo XX. La música clásica norteamericana es el jazz. Define una época y un estilo de vida, mucha gente lo ha escuchado y tocado. Tiene genios como Miles Davis, Duke Ellington o Louis Armstrong, todos con ideas diferentes. Es sólo una cuestión de tiempo. Las instituciones van siempre un poco atrás.

-¿Se considera más músico que pianista?
-Sí, porque me interesa más la música que el piano. Toco el piano desde los tres años, pero podría estar tocando la trompeta.

-Su carrera comenzó con una formación clásica.
-Estudié en el Conservatorio de Palma con don Miquel Segura. Con 15 años participé en grupos de rock y soul. Cuando me convertí en profesional, acompañé a Lorenzo Santamaría y toqué con varios grupos de Mallorca. A la vez, seguía con la música clásica. Al llegar a Barcelona, tras la mili, descubrí a Cecil Taylor y Xenakis a través de discos. Fue una revelación, eran músicas que no había escuchado antes. Con Taylor descubrí que podía tocar el piano de otra manera y con Xenakis comprendí que podía entender la música de otra forma. Quise conocerlos y en 1978 estudié con Xenakis en Francia. A Taylor lo conocí en 1980, nos unió una relación muy profunda. Nunca les quise copiar, preferí asimilar su forma de ver el mundo.

-Empezó así su inmersión en la improvisación.
-Descubrí que el mundo de la improvisación era riquísimo y empecé a tocar con improvisadores. Mi carrera, en 1995, dio un salto brusco cuando contacté con Evan Parker en un festival en Francia. Tuve la suerte de poder tocar con los mejores improvisadores. Me enseñaron sin decirme nada, tocando con ellos. Ahora me dedico casi exclusivamente a la improvisación. Antes había estado con Carlos Santos, que ha sido otro de mis grandes maestros del piano. De él, aprendí la seriedad con la que afronta el hecho artístico.

-¿Cuál es la diferencia entre efree jazz y la improvisación?
-La improvisación nació en los años 60 en Europa como reacción y reflejo de lo que pasaba en Estados Unidos con efree jazz, movimiento liberador de la música con voluntad de romper ataduras. Los europeos quisieron hacer lo mismo pero a través de las raíces propias y la música clásica de Stravinski, Bartok o Weber, en vez del jazz.

-¿El contexto sociológico es fundamental para entender el nacimiento de la improvisación?
-Sí, la muerte de Kennedy, los hippies, el movimiento de liberación de los negros, la llegada a la luna, Malcolm X, las drogas, los Beatles, Jimmy Hendrix, Bob Dylan. Todo va en el mismo paquete, es el intento de romper moldes.

-¿Cómo se adapta esta música a la situación actual?
-Es algo más difícil. En los años 60, se creía que la música podría cambiar el mundo. Hoy en día, se acepta estatus quo político, pero somos libres de tocar lo que queramos. Sabemos ahora que con la música no se cambiará el mundo, pero nadie te dirá que no toques lo que quieres. La música se ha posicionado en dos extremos: la comercial y la que ni quiere entrar en este juego, con unos circuitos alternativos.

-También organiza festivales.
-Siempre me he implicado con la gestión cultural porque creo que hay un trabajo por hacer. Nadie lo hace y, por lo tanto, lo hago yo. No soporto la cultura de la queja. Mi premisa ha sido siempre difundir la música en la que creo. Me interesa poner en contacto a gente de mundos diferentes. De la fricción entre personas nacen cosas nuevas.

-Gran parte de sus actuaciones son en el extranjero. ¿Cuál es su relación con los circuitos españoles y Mallorca?
-En España no hay circuitos de música profesionalizados. Si sacas un disco en Francia existen sitios donde puedes tocar y realizar una gira. Existen festivales españoles muy puntuales, pero no existen estos canales. Sin un circuito de salas, lo que quieren los festivales son grandes nombres. Además, yo no estoy muy aceptado en el mundo de jazz porque soy más improvisador.