José Aranda inaugura esta tarde en la galería Fran Reus de
Palma, en la calle Concepció, la exposición «Oh, Israel» fruto de
un viaje de un mes en el que «quizá buscaba mis orígenes judeo
cristianos, reencontrarme con una cultura en la que me educaron»,
un periplo del que cree «he sacado el alma y el espíritu de
Israel».
El artista, cuyas experiencias de viajero impenitente traslada a
su pintura, explicó que en Oriente Próximo ejerció con su «mirada
de artista». «Fui con la mirada limpia, sin estar de parte de
palestinos o judíos, aunque por la tradición española quizá fuera
más propalestino»; y allí, él, que se confesó «en el fondo
religioso», experimentó que «tanto si se es creyente como si no,
sientes que allí pasa algo, que hay una fuerza telúrica, una magia
en la tierra y en el aire que no deja de impresionarte».
Solo en el desierto de Negev durante cinco días, con la única
compañía de su yo y de sus pinceles, se adentró en un recorrido
iniciático hacia su interior. «Ha sido el viaje en el que más
sensaciones de emoción he sentido», recuerda, y en ese camino
«comprendí que palestinos y judíos están condenados a entenderse».
«Cuando ha habido tanto dolor y tanta sangre la propia sociedad
dice basta porque con el sufrimiento llega la verdad». El pintor
habló con unos y con otros y cuenta que, tras visitar el Museo del
Holocausto, «entendí que esa condena del judío errante tiene que
acabar, que también tiene que haber un Estado judío».
Ese remolino de sentimientos, vivencias, gentes que conoció y
lugares que visitó lo ha volcado en su pintura, que también
expondrá en EE UU, en un año en el que, además, rodó el
cortometraje «Corderos de Alá» y publicó «Viatge a Etiopia i
Eritrea» (Edi. Lleonard Muntaner).
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