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LAURA MOYÀ

El largo aplauso que recibió Joan Manuel Serrat nada más entrar en la sala ya presagiaba que el acto sería emotivo. Y así fue. La Fundació Càtedra Iberoamericana de la UIB entregó ayer al cantautor en el edificio de sa Riera el premio Juníper Serra en reconocimiento a «su actividad profesional y a su proyección social», según Avel·lí Blasco, rector de la UIB. Un galardón que Serrat recogió entre vítores y muestras de cariño del auditorio, puesto en pie, y que afirmó «no merecer». «Estoy orgulloso de este premio por quién me lo entrega, una tierra que amo y con la que me siento implicado, y porque siempre me he encontrado con los dos pies en ambas orillas, soy una ciudadano latinoamericano de Barcelona». Durante su discurso, el músico mostró su lado más humano y más sincero. Frases como «nunca he vivido de la inspiración, he vivido del trabajo», «canto por el placer de cantar y para espantar los demonios», «he defendido los valores de la democracia porque la democracia es la forma menos mala de convivencia que puede establecer una sociedad» o «me expreso mejor en la lengua que me prohiben» dejaron constancia de su implicación vital con el mundo.

Una implicación que ha calado hondo en las personas, como quedó patente ayer con las múltiples muestras de cariño que recibió Serrat. No fueron sólo aplausos ni gente puesta en pie emocionada, los presentes también se atrevieron a cantar «Paraules d'amor» y le demostraron su admiración buscándole para hacerse fotos junto a él o para decirle, simplemente, hola.

Entre los numerosos presentes pudo verse a Maria Antònia Munar, presidenta del Consell; Catalina Cirer, alcaldesa de Palma; Encarnación Pastor, consellera d'Immigració del Govern; o Rogelio Araújo, concejal de Cort, entre muchos otros. Tras el acto llegó el momento del cóctel. Entre foto y foto, Serrat pudo degustar el vino blanco y negro «Collita de fruits», que la bodega Armero i Adrover embotelló especialmente para la ocasión. Era el punto final de un sincero homenaje que llegó a emocionar a Serrat. No lloró, pero se mostró sinceramente agradecido, escondiéndose, de vez en cuando, tras el galardón.