Placas de época talayótica en su correspondiente cajón.

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M. DÍAZ

El calor del verano y el frío del invierno no les afectan. Tampoco el aire acondicionado o la calefacción porque las piezas que alberga la unidad de conservación de metales del Museu de Mallorca, creada en 2004 gracias al patrocinio de la Banca March, permanecen a buen recaudo en óptimas condiciones ambientales y de control climático que aseguran su conservación.

Joana Maria Palou, directora del Museu de Mallorca, ha convertido una pequeña habitación en lo alto de Ca la Gran Cristiana, sede del museo, en la unidad de conservación de metales, a donde las piezas de bronce, hierro, plomo, y en menor medida oro y plata, llegan tras pasar por un proceso de registro y documentación, y, sobre todo, por el laboratorio de restauración que coordina Mabel de Rojas.

«Dentro del plan de conservación del museo se prima aquello que, precisamente, presenta más problemas para la conservación», dice Palou, quien, como ejemplo, pone los elementos del patrimonio histórico encontrados en el fondo del mar donde, durante siglos, han permanecido sometidos a la presión del agua, a la salinidad, la acción de microorganismos. Cuando la pieza, del tamaño que sea, tiene que pasar por las manos de Mabel de Rojas, lo que podríamos llamar el proceso de 'curación' de la misma se documenta.

El fondo de metales del museo es rico en «cantidad y calidad», -Palou también recuerda la existencia de un amplio fondo monetario-, y las piezas más antiguas que ya han sido estudiadas, restauradas y 'descansan' en la citada unidad, con la temperatura y humedad necesarias, se datan en el talayótico. Las que ya se encuntran en este nuevo espacio de conservación están protegidas por materiales «inertes», es decir, «que no crean ningún problema añadido» a los que hubieran podido tener cuando entraron en el museo, y su historia pasada y reciente es recogida en una ficha que vendría a ser como su ADN. «En la actualidad, las fichas de los museos son un auténtico archivo sobre cada pieza y siempre están abiertas», comenta Palou.

La unidad de metales, añade la directora, no sólo permite el control de conservación, de registro, sino que los investigadores «puedan trabajar allí mismo». Este lugar del museo permite, además, proteger allí otro tipo de materiales que, según explicó Palou, «por sus características físicas requieren un ambiente semejante al de los metales» para su conservación. En el también se guardan el hueso, el marfil, las gemas y la pasta vítrea.