Josep Massot, en una imagen captada en la abadía de Montserrat. Foto: C.DOMÈNEC

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CARLES DOMÈNEC |BARCELONA

Tiene la tez blanquecina. La voz tenue, de cadencia monótona, modula informaciones claras y precisas sobre historia reciente. Razona con contundencia, con la fuerza del dato contrastado. Josep Massot i Muntaner (Palma, 1941) es el director de «Publicacions de l'Abadia de Montserrat» desde 1971. Después de cada pregunta se inspira en el silencio durante segundos, antes de responder. Desde la simbólica abadía catalana, en un otoñal y tormentoso día de agosto, las palabras de Massot resuenan como calma tensa por las paredes del locutorio para visitas del monasterio, lugar escogido para la entrevista.

-¿Cómo llegó a dirigir las «Publicacions de Montserrat?»
-Al regresar tras estar en el extranjero durante unos años, quería impulsar las publicaciones de Montserrat. Elaboré un proyecto y me dijeron que lo llevara a cabo. He sido todo lo que se puede hacer en relación al libro: director de la editorial, director literario, corrector, relaciones públicas. Es un trabajo entretenido.

-¿Cuáles son las principales temáticas de las «Publicacions»?
-Hacemos libros que, en general, otras editoriales no quieren hacer. Detrás de nuestra firma no hay un gran negocio, lo que buscan los editores. Esto ocurre desde el siglo XV, cuando se montó una imprenta para editar libros que no se hacían. Editamos poca literatura estricta, pero publicamos sobre numerosas materias: excursionismo, historia, temas lingüísticos, aspectos culturales, sobre Balears y Valencia.

-Usted es un buen ejemplo de la relación entre la vida del monasterio y la erudición.
-Los monjes medievales ya dividían su trabajo en estudio y trabajo manual. Antes no era frecuente disponer de una gran biblioteca, lugares que tienen una tradición y tesoros culturales. He trabajado la Guerra Civil porque aquí hay mucha documentación.

-¿De dónde surgen todos los libros sobre la Guerra Civil en Mallorca que hay en Montserrat?
-El núcleo fundamental procede de Francesc Cambó. Cuando empezó la guerra, se vio obligado a escoger entre los anarquistas y Franco. Escogió a Franco como mal menor. Tenía mucho dinero y ayudaba a mucha gente huída. Joan Estelrich trabajó en París en una oficina catalana que pagaba Cambó, quien hacía unos resúmenes y unos ficheros de todos los libros sobre la Guerra Civil. Cuando ganó Franco, se fue a Argentina. Dejó la colección en Europa. Al morir, su viuda quiso dejarla en un lugar seguro: aquí. La colección más importante sobre Mallorca está en Montserrat.

-¿Cómo era Montserrat durante la dictadura y la transición?
-Sin libertad de asociación, de reunión ni de expresión, las casas religiosas cedían los locales para reunirse. Estuvieron todos los partidos. Aquí se fundó Convergència. Se montaron reuniones importantes del PSC y PSUC y de otras entidades no estrictamente políticas. Se refugiaron personas perseguidas y se organizaron encierros de tipo sindical. El más famoso fue el de intelectuales en el 70. Era el proceso de Burgos contra ETA. Vino mucha gente, algunos muy conocidos. La policía acordonó los accesos. Hay personas que, cuando vienen a Montserrat, aún lloran al recordarlo.

-La revista «Serra d'Or» permitió a los escritores empezar a publicar en catalán.
-Durante muchos años fue la única revista donde se podía hacer, con problemas. En ese contexto, en 1946 y 1947, se dieron conferencias en catalán, aprovechando un permiso del gobernador. Se hicieron estampas en catalán, algo prohibido. Fue un inicio. Una serie de intelectuales se puso en contacto en Montserrat, como Josep Benet. Años más tarde, se concretó en dos revistas, que terminaron fusionándose en «Serra d'Or», en octubre de 1959. Fue una plataforma cultural donde cabían todos. Porcel empezó a publicar en catalán en «Serra d'Or», primero con crónicas sobre Mallorca y después con las entrevistas. Carme Riera ganó uno de los premios para escritores jóvenes.

-¿De dónde surgió su interés por el estudio de lo sucedido en Mallorca durante la Guerra Civil?
-Por casualidad. En 1973 escribí un libro de historia con un capítulo sobre Mallorca, con muchas notas ya que la censura no las cortaba tanto. En una revista francesa de los jesuitas encontré una reseña de un libro de Bernanos, quien respondió. En esos momentos, los biógrafos no la conocían. Pensé que sería interesante divulgarlo. Publiqué cuatro artículos en Randa. De ahí salió «La Guerra civil a Mallorca».

-En relación a los libros prohibidos que leyó, ¿cree que la cultura está por encima de las normativas?
-La cultura depende de la inteligencia mientras que las legislaciones dependen de las políticas, a veces represivas. Las leyes pueden ser muy injustas. Si hubiéramos seguido todas las leyes, no habríamos avanzado. Cuando un libro está prohibido por un régimen totalitario es de sentido común no hacer caso.

-¿Cuál cree que es el estado actual de la cultura en Mallorca?
-La evolución es muy positiva, antes poca gente estudiaba. La única editorial que existía era Moll, ahora hay varias. Aunque antes Mallorca era de los mallorquines y ahora son minoría. Es un problema de difícil solución.

-¿Cómo se solucionan los problemas lingüísticos de origen político?
-En Balears están solucionados por un pacto inicial que se reflejó en el Estatut. Varios hechos confluyeron. Jeroni Albertí tuvo claro que todo era la misma lengua. Félix Pons, una persona importante en el PSOE, también, como Gregori Mir. Los Moll y toda esa gente encontraron la fórmula de decir que se hablaba el catalán con sus particularidades y que la universidad resolvería las nuevas problemáticas. Si «El Mundo» hubiera existido, las cosas habrían sido de otra forma.

-¿Ha sido usted perseguido alguna vez?
-He sido insultado y amenazado. Una vez hicieron una pintada en mi casa, que no me hizo gracia, por mis padres. He tenido alguna llamada amenazadora. La persecución mayor han sido los artículos incendiarios del «El Mundo». Una vez publicaron una nota diciendo que mi padre era uno de los falangistas que había matado a más gente, pero, en tiempos de la guerra, él estuvo en Barcelona y era de Unió Democràtica. No hubo forma de que publicaran una nota rectificadora. Escribí a su director para que publicase mis cartas. Le dije que si no las publicaba no iría a los tribunales, pero lo divulgaría. Así escribí «Sobre Georges Bernanos i altres temes polèmics». No han contestado porque no pueden. Después dicen que los persiguen.