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El editor admitió, modestamente, no merecer tal reconocimiento, aunque se sintió «muy agradecido». Pere A. Serra quiso basar su discurso en las anécdotas que recordaba de aquella época, unas anécdotas que agradaron al numeroso público asistente, que se lo pasó muy bien. «Edité aquel libro no porque fuera un gran precursor, sino porque Villalonga fracasó en sus otros intentos».

El escritor fue a verle y le dijo que, si le publicaba la novela, le compraría 200 ejemplares. «Accedí enseguida», bromeó. También quiso rememorar las visitas a la imprenta que hacía Villalonga antes de acudir a su trabajo (era el vicedirector del manicomio) para «corregir los posibles errores».

Al acto asistieron escritores como Jaume Pomar, Bartomeu Fiol, Vicenç Calonge, Maria de la Pau Janer, Guillem Rosselló Bujosa, Guillem Frontera, Rosa Planas o Antoni Maria Thomàs; artistas como Jaume Mir, Amelia García, Pep Coll o Joan Costa; Gemma Pascual, directora de la Casa Museu Llorenç Villalonga, entre otros.