La mayoría de obras reunidas en esta exposición han sido creadas en el ex convento del Pla de Na Tesa. Foto: NURIA RINCÓN

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NURIA ABAD

El entramado de sentimientos femeninos respecto al hombre, a las otras mujeres o lo hijos alimentan la iconografía de Teresa Matas, que mañana, Día Internacional de la Mujer, inaugura en el Casal Solleric de Palma Abriendo cerrando, cerrando abriendo, una retrospectiva que reúne cronológicamente el trabajo realizado por esta artista durante quince años, de 1991 a 2006. «Su obra se asienta sobre dos amplios pilares: la introspección interior de una mujer que siente la necesidad imperiosa de realizarse y el dolor canino de acceso al propio ser e instrumento iluminador de las diversas luchas internas que ésta realización produce para lograr un espacio espiritual y físico en el mundo». Con estas palabras define Isabel Cadevall, comisaria de la muestra, el universo creativo de Teresa Matas. No obstante, su trayectoria artística no se ciñe sólo a un punto de vista personal, sino que «se sirve de la experiencia de otras muchas mujeres», afirma la artista. De esta manera, sus creaciones trascienden las fronteras del arte y dan lugar a un proyecto sociológico, poético y en muchos casos reivindicativo.

En la serie Amado mío (1991), «de temática religiosa, es donde por primera vez se cuestiona la identidad y la construcción del propio yo», explica Cadevall. A partir de aquí, su obra se hace esencialmente autobiográfica y se construye con las obsesiones y los recuerdos de su infancia: Per sempre (1992), No puc respirar (1992) o Ón son els papers de colors? (1997). Con el tiempo, su discurso va, cada vez más, centrándose en la violencia y la injusticia contra la mujer en obras como Vomito (1998), Flors (2004), Presas de casa (2005) o en la colección Roba plena de llàgrimes (2002-2006).

La instalación y el vídeo han ido ganando terreno en su trayectoria, forjada especialmente en la costura y el bordado. «Es la aguja la que me proporciona mi personal manera de expresarme», reconoce Teresa Matas. En muchos casos, se vale de elementos distintivos de la mujer para transformarlos en metáforas de sus ilusiones o desilusiones, de mitos o realidades. Es el caso de los vestidos de comunión o de novia, que la artista usa sistemáticamente como símbolo de amor, de esperanzas y de sueños, pero también un rastro de desencanto que busca también ser un mensaje de amor y paz. Durante la presentación de esta exposición, la artista estuvo acompañada también por el regidor de Cultura de Cort, Rogelio Araújo; la director general de Cultura, Catalina Sureda; y el director de la Obra Social de la CAM, Joan Daviú.