La primera vez que Javier Krahe se subió a un escenario tenía 35 años. Llevaba cinco convencido de que la música era lo suyo, pero una música basada siempre en el humor y en la ironía, «nada aburrida», según sus palabras. De esa fecha han pasado veintiocho años y varios discos, entre ellos Cinturón negro de karaoke, que desde ayer y hasta mañana presenta en la cervecería s'Escorxador.
«Las cosas cambian, pero no lo que concierne a los sentimientos, que son intemporales. En este aspecto, seguimos siendo como en el siglo XII». Y, como sus temas casi siempre expresan sentimientos, su música mantiene la misma dinámica que cuando empezó. «Mientras continúe inventándome canciones, seguiré cantando. En la actualidad las escribo indiscriminadamente». Muchas de sus letras hablan del «paso del tiempo o de la edad» y, aunque el único destinatario es el propio músico, quien las escucha suele mostrarse «interesado». «Siempre suele ser alguien parecido a mí».
Krahe confiesa que no sigue la música que se hace hoy en día, «me da pereza», y que, si hubiera sido un superventas, se hubiera retirado, «tendría la vida solucionada, en el fondo canto porque tengo que hacerlo». «No me gusta cultivar en exceso la lírica, me salen mejor las rimas inesperadas». Pero, ¿se puede utilizar el humor para hablar de cualquier tema? «En principio puede hacerse un chiste de cualquier cosa, aunque es difícil llevarlo a la práctica. Hay que tener mucha habilidad».
¿Se considera un cantautor de culto, como se le define? «Uno no elige sus adjetivos, se los ponen. La verdad es que no me fijo en estas cosas». Eso sí, si se pertenece a ese grupo, «nadie se preocupa por lo que haces». «Mientras me dé para vivir, me basta».
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