Desde el balneario número 11 hacia Palma, la playa aparece iluminada apenas por lucecitas. Las mismas que refleja el cielo aquí y allá. El mar, calmo como pocas veces, asoma poblado de embarcaciones también iluminadas acorde con la noche. Miles de personas, la organización calculó unas 50.000, pueblan la extensa arena de la Platja de Palma para celebrar el Palmafoc.
Se reparten con una armonía curiosa: unos pocos allí; otros tantos en mesas tumultuosas. Círculos de velas delimitan lo obvio, parejas abrazadas y tumbadas, gente de pie y andando a la vera del mar, chavales amontonados en busca de chicas, chicas en busca de chavales. Y las pequeñas hogueras. Rito ancestral propagado por todos los pueblos mediterráneos. El de los conjuros, los deseos y las promesas.
Frente al balneario número 13, el escenario se yergue como coronario de lo que vendrá. Barbacoas encendidas a la espera de torrar hamburguesas, panceta, butifarras o carne. La consigna es la misma: dar paso a la magia de la noche más corta del año. Al comienzo del verano.
El Ajuntament, organizador del Palmafoc, armó para la ocasión (y como no podía ser de otra manera) un gran fogueró que fue encendido a las 22.00 horas por la recién estrenada alcaldesa, Aina Calvo. Nubes de humo dieron paso a la gran llama rojiza, que duraría hasta la madrugada.
En el escenario, los Madelfunk, comenzaron tibios debido a algún problema, el cual fue superado sin necesidad de interrupción. Un sonido distintivo de metal, potente y nervioso mixturado con ritmos funkies, entre divertidos y arrolladores. Pasaron revista al rap, al melódico y sobre todo a las ganas de estar allí, en la nit.
Pasada la medianoche, con el recuerdo intacto decorrefoc a cargo de los dimonis de Alaró y la Bestia de sa Pobla, de Joan Zuazaga, realizando el conjuro mágico y de la gente adentrándose en el mar, subió al escenario Àfrica Gallego. La ex Mojo Project, desplegó en su set toda la energía de su voz y su personalidad. La malagueña bailó, cantó e hizo bailar y palmear a todo el mundo. Con su sonido fusión (base flamenca, tintes de funkie, reminiscencias acústicas africanas y nu jazz), le puso la guinda a la noche.
Los Soul Machine, con sus standard de lo mejor de la música soul, volvieron a oxigenar la ya madrugada de la mejor noche. La más corta. La de la magia.
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