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JOAN CABOT Fito Cabrales actuó en Pollença meses después de presentar su último trabajo, Por la boca vive el pez, en Palma. El lunes demostró de nuevo ser uno de los artistas españoles con más tirón entre propios y extraños gracias a un cancionero parido desde la heterodoxia y a una personalidad propia. Fito no ha tenido que renunciar a su pasado al frente de Platero y Tú para abrazar un éxito comercial que todavía debe provocar sorpresa entre algunos ejecutivos discográficos que no han entendido que el público aún sabe reconocer la autenticidad. Y te gustará más o menos, pero Fito es Fito, un bilbaíno del 66 que escribe canciones de esas que funcionan igual a la salida de la taberna de turno que en cualquier radiofórmula.

El campo de futbol de Can Escarrintxó de Pollença se llenó con cerca de 9.000 personas, un público tan heterogéneo como el sonido del cantante, dispuesto a que el lunes no fuera un día tan malo y a empezar con buen pie una semana con Joe Cocker y José Feliciano. Su banda llegaba con un rodaje a sus espaldas impresionante tras más de medio año de conciertos, casi setenta, y una gira claramente pensada para grandes recintos que si adolece de algo es de algo de espontaneidad. Está todo preparado, todo previsto, todo estudiado. Gana el show y el concierto a veces se resiente, pero en su caso el conjunto se sigue apoyando en las canciones de Fito, y eso es un acierto.

Arrancó con algunos de los nuevos temas para luego empezar a repasar su producción pasada, siempre encontrando la implicación del público. En muchos sentidos, su música se parece al rock en castellano de los 80. Rock, soul, swing, pop y habaneras. En el peor de los casos puede acabar como Sabina de aquí a unos años, en el mejor, seguiremos viéndolo como un intruso dentro del mainstream, donde tan pocos artistas pueden presumir de su credibilidad y de la de su banda. Todos los miembros de los Fitipaldis tienen suficientes credenciales como para que te los creas sobre un escenario. Y allí está Fito. A veces da la sensación de que no acabe de encajar eso de tocar día sí y día también ante recintos abarrotados. Tampoco es de los que derrochan simpatía con el público, pero en cambio sí derrocha empatía con sus canciones, y eso es lo que vale. Y, con una discografía ya generosa a sus espaldas, tiene donde escoger. Alegra que sea un tipo con credibilidad y un pasado de duro trabajo el que esté triunfando y no un monigote sacado de alguna chistera.