Joe Cocker interpretó sus grandes éxitos y sus últimas propuestas musicales. Foto: M.BORRÀS

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NICO BRUTTI Pasaban veinte minutos de las diez cuando se apagaron las luces de la plaza de toros de Palma y una voz en off anunciaba su salida. La multitud, más de 5.000 personas, se encendió y se preguntó: ¿Es sólo un hombre con su banda encaramado a un tablao moderno y gigante, lleno de luces y efectos, con un sonido potentísimo que desgarra como su voz? ¿O el mito devenido mortal (por una sola noche) que nos envuelve con su soul de toda la vida, con sus blues arrastrados y con su carraspera marca registrada? ¿Es el verdadero, el artista de Sheffield, el mismo de Woodstock, aquel de antes que recordamos muchos y el de ahora que lo admiran sin nostalgias? Sin ninguna duda era él, Joe Cocker.

Antes, The Nash se encargó de dar inicio a la velada, que empezó poco después de las nueve. Telonear a Cocker no era fácil, algo que la formación mallorquina sabía. Por ello, se entregó al máximo ante un público que todavía no llenaba el coliseo balear, pero que tenía ganas de fiesta.

La novedad de la noche fueron los palcos VIP, que se llenaron y que acogieron a la gente guapa de Mallorca. En ellos, los espectadores podían beber una copa de cava mientras tatareaban alguna de las cancioes del de Sheffield.

Cuando salió Cocker todo cambió. Vestía todo de negro y, a pesar de que ya no es el mismo de antes, y de algunos kilos de más, su música sigue conservando la sabiduría de siempre. Tal vez no se mueva demasiado, aunque sus manos, totalmente incontrolables, siguen siendo su referente y la marca de la casa. El primer tema fue Feeling allright. Después, fue desgranando canciones como When the night comes y Up where we belong, de la banda sonora de la película Oficial y Caballero.