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M.DÍAZ Crítico con la obra de Barceló para la Seu y las circunstancias en que se desarrolló el proyecto. Así se mostró Joan Darder, deán de la Catedral, en la ponencia que presentó el pasado mes en Burgos durante el simposio internacional La Europa de las catedrales, su conservación y gestión.

Darder dedicó un apartado de su ponencia a la intervención barcelonina, sobre la que a su vuelta de Burgos comentó que «no gustó» al público asistente al simposium, mayoritariamente arquitectos e historiadores del arte.

A la vuelta de Burgos, Darder se mostró más crítico que nunca con todo lo relacionado con la obra de Barceló en la capilla del Santísimo de la Seu, y dijo que, «de momento», le otorga «el sí», lo que queda reflejado en la citada ponencia, a la que ha tenido acceso este diario, en la que escribe que, según pasa el tiempo, «van aumentando los peros en el platillo de la balanza». ¿Por qué este cambio gradual? Son varios los motivos que aduce el deán. Primero, que Barceló «nunca debió cubrir con su cerámica una pintura del siglo XV» que se descubrió en una pared lateral de la capilla cuando ésta comenzó a habilitarse para la instalación del su mural cerámico. Y va más allá cuando señala que «no debieron permitirlo las autoridades civiles ni las eclesiásticas; no impedía su obra, tan sólo hubiera reducido una pequeña extensión». Cabe recordar que la citada pintura se documentó y se tapó con el mural con permiso del departamento de Patrimoni Històric.

Para el deán, el artista ha incurrido en «incumplimientos en los contratos escritos y acuerdos verbales» al no incluir en su trabajo una inscripción en latín que se la había pedido, no realizar el candelabro que formaba parte del mobiliario y hacer el acabado de los vitrales en «gris negruzco triste y oscuro» en vez de en azules y verdes. «Los vitrales que colocó a finales de 2006 fueron totalmente diferentes a los aprobados. Jugaba con la premura del tiempo para la inauguración».

Respecto a la imagen del Cristo, habla de «reparos previos y simultáneos a su ejecución» y apunta que «una psicoanalista» que visitó la capilla terminada le comentó que en la cerámica «veía complejos sexuales».

Darder critica también la actitud de Barceló el día de la inauguración-bendición, en presencia de los Reyes, porque no quiso asistir a los oficios religiosos. «Entiendo que es una contradicción (que niega lo que pretende afirmar) que un ateo, agnóstico o creyente se 'endiose'. Si no cree en Dios, que no se convierta en 'dios' y si cree que deje sólo a Dios ser Dios». «Se le encargó un trabajo para la capilla del Santísimo, no un museo personal». Según el deán, Barceló dio más importancia a la cerámica que al sagrario y el altar, que debía ser los centros de la capilla, «hasta el punto que llegó a estorbarle 'su' altar y quería retirarlo porque ocultaba parte de 'su obra, la cerámica».