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1936 Mi generación, que ya es septuagenaria o algo parecido, sin duda ha sido una de las más afectadas -en educación, cultura, religión, política- por la que yo llamo, con ironía trágica, la guerra incivil de 1936 y, además, por los patéticos años de la postguerra. Y no sólo a causa de las dificultades económicas, de las cartillas de racionamiento, de las sistemáticas denuncias ideológicas (todo ciudadano era sospechoso si no exteriorizaba su simpatía por el franquismo y por el Salvador iluminado de no sé qué), sino y muy especialmente porque te hallabas inmerso en una atmósfera gris y tenebrosa, social y religiosa (el infierno, como alternativa al cielo prometido, con el que nos amedrentaban los curas de la época), que te condicionaba la existencia diaria.

Estoy por decir -y digo o escribo- que si no fuera por los tonsurados de finales de los años treinta y los cuarenta del pasado siglo, quizás -permítanme la duda- este viejo malsofrit no se hubiera convertido en un agnóstico; si no fuera por los falangistas de camisa azul, de genio corto, brazo largo (en alto) y mano dura (bien abierta, a punto para el cachete represor), probablemente no hubiera militado en formaciones de izquierda (el comunismo, concretamente). Es posibleÂ… aunque el sentimiento republicano, heredado de mi conco Josep, era difícil, cuando no imposible, que se hubiera visto debilitado.

Se ha escrito mucho sobre aquel 18 de julio de 1936 y sus secuelas, tanto desde la perspectiva del ensayo histórico (nuestro Miquel Duran es un especialista) como desde la narrativa (lean la primera parte de Haceldama, de Blai Bonet o la novela Els escorpins, de Baltasar Porcel, sin duda una de sus mejores obras antes de que se decidiera por el gremio de grimpadors -haciendo escuela-, entre otros). Debo recordar no pocos trabajos de Max Aub, por ejemplo, y también un libro más reciente del ya desaparecido Alberto Méndez, Los girasoles ciegos (2004). La guerra incivil ha sido, pues, una fuente creativa de gran importancia en la escritura -literatura- del siglo XX y, aún hoy día, tiene un gran atractivo intelectual para narradores y ensayistas. ¿Y es así, quizás, por la indómita fuerza rebelde que provoca -en el escritor- la represión y el intento, fascista, de anular la libertad de pensamiento?

Josep M. Quintana
Ahora, en ese iniciado -casi ya una década- siglo XXI, el narrador y ensayista (¡qué magnífico prólogo escribió para Llatins en servitud, de Rubió i Tudurí!) menorquín Josep M. Quintana acaba de publicar su novela (cuarta, si mal no recuerdo, en su bibliografía: Ofici de tenebres, Aquella nit a l'òpera y Els Nikolaidis, son sus anteriores ejercicios de escritura narrativa) titulada Les revolucions perdudes (Proa. Col·lecció A Tot Vent. Barcelona, 2008). Me ha parecido una excelente obra, una obra que, en estos momentos de insulso postmodernismo literario, te devuelven -como lector- la confianza de la escritura reflexiva, esa escritura que no ha renunciado al sentido crítico desde posiciones ponderadas, en absoluto partidistas y que, por eso mismo, reflejan la realidad más dramática del vivir cotidiano en épocas de dificultades, represiones y tragedias.

Les revolucions perdudes -y es cierto, quiérase o no, todos (independientemente del color y la ideología) perdimos en aquella absurda guerra incivil- narra a través de su personaje principal, un fill de casa bona de Pregonda (pueden leer Menorca, si quieren) que, como reacción a su entorno, adopta posiciones intelectuales de izquierda y se plantea, en los años sesenta del pasado siglo, escribir una novela sobre la guerra de 1936 y sus repercusiones en la sociedad. Novela que no escribe, pero sí hace llegar sus inquietudes, investigaciones, diálogos con personajes que padecieron la represión a través de una extensa e inquietante carta que dirige a Sílvia. Quintana narra, con maestría, las conversaciones con testigos como Llibert Mercader, dirigente socialista, su padre Josep Pijoan y la amiga familiar senyora Canivell, de afiliación conservadora y que se alinearon con los sublevados franquistas.

Paralelamente, el personaje se ve involucrado en los acontecimientos del Mayo del 68, durante su estancia en París y aparecen aquellos jóvenes revolucionarios de entonces, ya míticos en la actualidad, como Daniel Cohn-Bendit, Ben Said, Alain Krivine o Ernest Mandel. Magnífico, pues, el ejercicio narrativo de Josep M. Quintana; y no sólo por lo que nos dice, por su capacidad novelísticamente reflexiva, sino también por la forma -una escritura lineal, pero a la vez sugestiva e incitante- diáfana con que se expresa estéticamente. Y, en concreto, cuando se refiere a la madre del protagonista, de una gran sensibilidad intelectual. He aquí una breve muestra: «Tu i jo, fill meu, som frívols, diletants, hedonistes, capriciosos i tenim una gran capacitat per gaudir de la vida. L'entenem com un joc que val la pena de jugar plenament i sense límits, i ens agradem tant a nosaltres mateixos que, com Nercís, fins i tot seríem capaços de morir ofegats a l'estany dels nostres somnis» o aquella reflexión literaria, con la que finalizo mi comentario, que señala que «el que defineix un escriptor és el descobriment d'un llenguatge propi, d'un ritme singularÂ… / Â… La literatura, fill meu, no és com ens la conten en el batxillerat. No hi ha grans temes. Com tampoc no hi ha, en literatura, temes elevats i d'altres de vulgars. Només hi ha llibres bons i llibres dolents». Y el de Quintana, lo expreso sin tapujos, es un excelente libro que les recomiendo.

La biblioteca
Ésta ha sido una semana de muchas e interesantes novedades y que, con sólo haberlas hojeado, la mayoría pasaran a formar parte de mi biblioteca personal y que espero comentar en un futuro próximo. He aquí algunos títulos:
(a)poemes [antologia poètica], de e. e. cummings (traducción de Alfred Sargatal. El Gall Editor).
De profundis, vals lent, de José Cardoso Pires (traducción de Nicolau Dols. Edicions del Salobre).
La presència pura, de Christian Bobin (traducción de Antoni Clapés. Edicions del Salobre).
Vostè ja ho entendrà, de Claudio Magris (traducción de Anna Casassas. Edicions de 1984).
Anatomía de un ángel hembra, de Pedro Andreu (Casabierta Editorial).
Infància i cinema en un temps de postguerra, de Gabriel Genovart (Lleonard Muntaner Editor).