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CELIA HEREDIA

A Bartomeu Fiol (Palma, 1933) le gusta conectar con la realidad y mostrársela al lector interconectada a través de su poesía. Ahora presenta un dietario que, sin ser autobiográfico, nos sitúa entre dos islas: la de Cavorques, «el nombre del reino de las Islas en la época medieval», y la de Albió (Gran Bretaña). En él aparecen reflejadas las experiencias intelectuales que durante dos años ocupan los pensamientos de este lletraferit. Hoy, a las 20.30, Fiol presentará en la librería Àgora Entre Cavorques i Albió. Un dietario, junto a su amigo y catedrático de la UIB Perfecto Cuadrado.

-A usted se le conoce más por ser un gran poeta, ¿de dónde surgió la idea de escribir 'Entre Cavorques i Albió. Un dietario'?

-Iba a pasar unos meses en la universidad inglesa de Sheffield como lector. Mi objetivo allí era sacar provecho en la biblioteca de la universidad, y tenía unos temas sobre los que quería profundizar. Por eso decidí escribirlo, pero al final no pude ir por no ser Licenciado en Letras y el sentido del dietario cambió por completo.

-¿Qué quería transmitir al lector cuando lo estaba escribiendo?

-Con él no pretendo dar lecciones a nadie, pero espero que lo que he escrito le interese a alguien. Lo que menos he pretendido era hacer un dietario autobiográfico, aunque eso sea lo más normal, ya que el escritor cuando hace un dietario lo hace para contar su vida y autoensalzarse. A mí eso no me interesa, no pretendo quedar bien con nadie.

-Usted dice que su libro no es autobiográfico. ¿Por qué?

-Con este libro pretendo dialogar porque no creo en los monólogos. Quien termina un texto es su lector, no el autor. Mi concepción del ego humano es otra muy distinta a la que se tiene en Occidente. Aquí siempre hemos tenido una concepción del Yo excesivamente heroica, romanticoide. El Yo es un héroe importante, monolítico.

-El prologuista Sam Abrams habla de tres líneas para describir el contenido del libro: la escritura y la literatura; la realidad y el entorno de la vida, y el retrato del autor y la aproximación a la complicidad de la identidad humana, ¿cree que es acertada esta idea?

-La temática del dietario es variada y eso permite que se haga una clasificación por materias.

-¿Cómo concibe su poesía?

-La concepción más extendida de la poesía es la de entenderla como una orfebrería verbal, pero ésta no es mi concepción. Para mí es un método de acercarnos un poco a la realidad, como lo hace la ciencia, la filosofía o la mística. Sólo busco un poco de verdad, aunque somos muy limitados y a la verdad que podemos acercarnos es siempre poca cosa, no tenemos nunca una satisfacción, por eso yo a la poesía siempre la llamo la pariente pobre.

-Algunos críticos literarios dicen que es uno de los autores más originales de los últimos tiempos, ¿su intención a la hora de escribir es salirse de lo establecido o es algo espontáneo?

-Algo que caracteriza mi escritura es una radical y absoluta independencia. No pretendo ser original, no es algo que busque, pero no estoy al servicio de ninguna escuela ni de ninguna 'capillita'.

-Dicen que su poesía es hermética, pero cuando el lector descubre el mensaje lo siente y le sorprende, ¿podría desvelar los mensajes más recurrentes que esconden sus poemas?

-En mi obra siempre hay una crítica muy sarcástica hacia la sociedad en la que nos encontramos. Otro aspecto es el religioso, algo que se refleja muy bien en mi poemario Contribució de Verges. Y no se trata de que me sienta religioso adscrito a una teología concreta, pero sí me siento atado a algo que no sé qué es y esto hace que lo manifieste cuando escribo, aunque no haga ningún tipo de literatura piadosa.

-Usted es un gran literato. ¿Por qué estudió Ciencias Políticas y no se decantó por la literatura?

-Estudié Ciencias Políticas porque era un ingenuo. Me hubiera sido más útil estudiar Filosofía y Letras, pero en aquel momento pensé que estudiar esto era poco práctico. Empecé Políticas y Económicas, pero sólo terminé Políticas, una carrera de cuatro años en la que estudiábamos unas teorías germánicas que hablaban de los que debía ser la política o el Estado.

-¿Y cuándo comenzó su pasión por la escritura?

-Para que uno pueda llegar a ser escritor es imprescindible que, primero, sea un gran lector y yo leía mucho a Salvador Espriu, Gabriel Ferrater o T. S. Eliot, entre otros. En Madrid empecé a leer a Unamuno, a Ortega y Gasset y, también, a Claudio Rodríguez y Pablo Neruda. Por ahí empezó la cosa.