Miguel Bosé derrochó glamour de riguroso negro ante miles de seguidores de todas las edades. Foto: JAUME MOREY

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NICO BRUTTI

Volvió Miguel Bosé. Mejor, rejuvenecido y más emprendedor que cuando nos visitó por última vez, allá por el 2005, presentando en este mismo recinto, el Coliseo Balear, su -por aquel entonces- último trabajo de estudio, Velvetina. Volvió más 'Papito', como su nuevo disco (homenaje a sí mismo por 30 años de carrera), un excelente compilatorio de algunos de sus más sonados éxitos; un recordatorio de tres décadas dedicadas a cantar, a girar, a hacerse de una vez y para siempre Miguel Bosé.

Anoche, demostró una vez más que sigue siendo ese terrible y adorable canalla, ese eterno Amante Bandido. Algo que agradecieron los cerca de diez mil espectadores que coparon el Coliseo Balear.

Tal era la fiebre por ver a 'Papito' que las entradas se agotaron el pasado martes y ayer algunos despistados estuvieron dispuestos a pagar hasta 150 euros por verle en directo. Tampoco faltaron los seguidores concentrados en el Coliseo Balear desde horas antes del concierto, una multitud de todas las edades que corrió para coger un buen sitio en cuanto se abrieron las puertas a las 19.30.

De riguroso negro, con una voz impecable a lo largo de todo el concierto (no decayó y eso es agregar otro mérito al artista), un glamouroso Miguel Bosé se paseó una y otra vez por lo mejor de su repertorio. Amante Bandido, con la que abrió el concierto a las 22.00 horas, Bambú, Sevilla, Como un lobo, Morena mía, Reina, Si tú no vuelves, Don diablo, Supermán, Linda o Creo en ti, hicieron las delicias de los espectadores que se llegaron hasta la plaza de toros de Palma para presenciar el tremendo directo que ofreció el camaleónico Bosé.

Un set lleno de nostalgia y mixturado con fuerza, gracia y un talento más allá de la discusión, el sevillano hizo y deshizo a su antojo, jugó con su público (el de Bosé es propio, incondicional) y paseó su estampa como si fuese su padre por la arena del coso.