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C. HEREDIA El color es lo más importante en sus obras. Y de ellas sólo le interesa lo que a él le trasmiten. Jim Bird (Bloxwich, Inglaterra, 1937) inauguró ayer en la galería Altair (c/Sant Jaume, 15. Palma) una exposición en la que las lineas horizontales adquieren el protagonismo de una obra que dejó aparcada hace veinte años y con la que ahora ha encontrado la Reconciliación.

De su maestro y amigo Kenneth Noland aprendió que para pintar «se puede usar un símbolo muy simple como la línea horizontal» y que para crear un cuadro «debes tener siempre muchos materiales». Cualquier cosa que pueda necesitar un pintor en un momento de inspiración porque «si te falta el color rojo y vas con el coche a buscarlo, cuando vuelves puede que hayas olvidado para qué necesitabas ese color», bromea Bird.

El artista dice haber tenido siempre un «pie grande» en EE.UU y un «pie pequeño» en España, porque Bloxwich, el lugar donde nació, «era una ciudad industrial y, aunque tuviera campo, el clima era horrible». Eso le llevo a alquilar una casa en Cap Deià y otra en Los Llanos (Albacete), de donde procede una parte de su inspiración, porque en Los Llanos «al igual que el mar cuando no tiene olas, todo es horizontal y se pierde la perspectiva del tamaño».

A Bird le gusta la pintura «que refleja a una persona que ha profundizado en lo que ha querido hacer», por eso prescinde de bocetos y se enfrenta a la página en blanco «componiendo sobre la marcha».