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FERRAN PEREYRA
La voz de Noa sonó ayer en Palma muy cerca del mar, en el Passeig de les Palmeres, ante un público entregado que ocupó las 1.000 sillas previstas bastante antes de que comenzara el concierto. Y aún seguía llegando gente.

La gran afluencia de espectadores provocó protestas porque algunos reservaban filas enteras para sus amigos y, dado el carácter gratuito del concierto, quienes no encontraban asiento acudían al servicio de seguridad.

La artista israelí, que venía para interpretar los temas del disco Gene & Jeans, arrancó su actuación con Waltz to the road en un escenario muy bien preparado a nivel de luces.

Aún cuando el espíritu original de los días de gloria queda un tanto lejano, parece que Cort, organizador del concierto, ha decidido, de forma significativa, recuperar la importancia y significado del festival Cançons de la Mediterrània. Será muy difícil, sino imposible, que el mismo muestre la estampa del pasado; pero, en todo caso, ello pasa por jornadas como la que se planteaba anoche en ese nuevo espacio a medio camino entre el recogimiento de Ses Voltes y la vehemencia del escenario, otrora anclado en el lago.

Y es que el Passeig de les Palmeres del Parc de la Mar constituyó ese escenario alternativo capaz de soportar la importante respuesta popular ante la visita de la cantante para presentar su última grabación, un vistazo a la tradición desde la modernidad que recuerda a la Noa de los primeros tiempos, a esa artista capaz de conjugar el ayer y el hoy en un mismo discurso. De nuevo la cultura hebrea, la yemení y la americana se dieron la mano en un claro ejemplo de entendimiento cultural.