TW
0
CARLES DOMÈNEC x BARCELONA El Festival Lloseta Negra rindió ayer homenaje al escritor Andreu Martín (Barcelona, 1949) con un recorrido por su obra desde el año 1979, por parte de Àlex Martín y Sebastià Bennasar, y la proyección de un audiovisual, dirigido por Carolina Novell y producido por Ballaruga.

«Me encanta que me reconozcan un trabajo por el que he luchado en épocas fáciles, como ésta, pero también en otras difíciles en las que el género de la novela negra se encontraba bajo tierra», comentó el autor, que para la entrevista escogió un restaurante del centro de Barcelona donde aún hay marcas de una granada lanzada por una anarquista contra unos policías en los años 40. En plena conversación, Martín reserva una mesa para doce mossos d'esquadra con los que comparte amistad e historias, algunas plasmadas en sus relatos.

«Me siento heredero de Jaume Fuster, Manuel de Pedrolo y Manuel Vázquez Montalbán», mantuvo Martín, quien aclaró que «ellos permitieron a muchos otros el atrevimiento de escribir y la posibilidad de la verosimilitud». El escritor recordó que «hay gente que piensa que durante la época de Franco no se podía escribir novela negra» y argumentó que «se publicaba pero no se podía bromear sobre la policía».

Martín acaba de publicar Barcelona Trágica. «La posibilidad de escribir un libro sobre la Semana Trágica me abrió unas puertas que me han hecho disfrutar mucho», contó el novelista, que trabaja en el tercer episodio del personaje Wendy y en una novela sobre el pistolerismo de Barcelona a principios del XX.

De la novela negra, Martín aseguró que «el lector que va al apartado de novela policíaca en una librería te está reclamando algo concreto y pide que le sorprendas», con lo que el creador dedujo que «escribir novela negra es una pirueta, supone un estupendo juego entre el autor y el lector, y ayuda a analizar la sociedad desde el punto de vista de nuestros miedos más inmediatos y epidérmicos».

Antes de publicar su primera novela, el catalán se dedicó durante diez años a escribir guiones de cómic. «Tenía que seducir al dibujante con mensajes precisos y la trama debía avanzar rápidamente», rememoró Martín antes de apostillar: «Ese fue mi aprendizaje».