Los investigadores, trasladando la momia de Pere El Gran al laboratorio.

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El estudio de los restos del rey Pere el Gran (Valencia, 1240 - Vilafranca del Penedès, 1285), cuya tumba se abrió la semana pasada en el monasterio de Santes Creus (Tarragona) y se trasladó al Centre de Restauració de Béns Mobles de Catalunya de Valldoreix (Barcelona), mejorará el conocimiento del personaje y confirmará si uno de los dos cráneos hallados en el féretro de Jaume I corresponde al del Conqueridor.
La comparación del ADN de Pere El Gran con el de los restos óseos de la tumba de su padre, Jaume I, en Poblet, posibilitará la reorganización del embrollo de despojos depositados en las profanadas tumbas de otros soberanos. El aspecto facial de Pere El Gran será reconstruido y se elaborará un discurso histórico relacionado con aspectos de su vida, las causas de su muerte, dieta, enfermedades y lesiones que sufrió.
Los primeros resultados, presentados ayer en Valldoreix, confirmaron que Pere El Gran, hijo de Jaume I y Violant d'Hongria, medía 1,73 metros y tenía buena salud. «Debió vivir una vida de rey porque la estructura ósea era muy sana», explicó Marina Miquel, coordinadora del proyecto. «Hemos visto que fue embalsamado, una técnica habitual en los entierros de casas reales a partir del siglo XII», dijo la jefa de Gestión de Monumentos del Museo de Historia de Catalunya.
La lana sin decoración que recubre el cuerpo podría confirmar la veracidad de la crónica de Bernat Desclot, en la que explica que fue enterrado con hábito de monje. En las próximas cuatro semanas se estudiará el cuerpo «en una sala blanca que reproduce las condiciones en el interior de la tumba», explicó Miquel. «La parte más importante de la investigación empieza ahora y los resultados se verán en los próximos meses». Finalizado el estudio, los restos volverán al sarcófago de origen.