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Igual que los mosqueteros, estos actores no tienen rival en combate. No son tres, sino siete, y también luchan todos para uno y uno para todos. El maestro de armas, Àlex Tejedor, es quien ha impartido el cursillo de combate escénico y esgrima teatral en el Teatre Sans.

Cati Fernández, quien ya hacía esgrima deportiva antes de presentarse al cursillo, comentó que «es totalmente distinto. La esgrima teatral es mucho más espectacular, sabes por donde te van a atacar siempre. En cambio, en la esgrima deportiva nunca sabes por donde vas a recibir». Xisca Pascual, la más veterana, se decantó por este curso «para seguir haciendo algo en verano». Noelia Medina afirmó que «los adictos al teatro no podemos estar tres meses sin hacer nada». Con el cupo mínimo de cinco alumnos, el profesor, actor, cantante y director de teatro, Àlex Tejedor, declaró que «es un curso muy completo porque «es cien por cien aplicable en cualquier obra de teatro que hagas». Protagonista en obras como El Retorno de Robin Hood o La Bella y la Bestia, Tejedor tiene un currículum muy amplio. Este es su segundo año impartiendo el curso en el Teatre Sans y considera fundamental «las técnicas para representar una pelea desarmada o armada con florete para que realmente parezca que están luchando con espada». Según confiesa, «en casi todas las representaciones hay conflictos que se traducen en peleas, tanto en obras clásicas, como contemporáneas». Bofetadas, puñetazos, volteretas, desmayos y combate con espada son las técnicas más destacadas que han practicado los intérpretes.

Después de dos clases semanales de hora y media cada una, todos coinciden en «que se aprende mucho en poco tiempo» y en estar satisfechos por el trabajo realizado. Medina confesó que «me he apuntado a este curso básicamente porque conozco a Àlex y me gusta mucho su forma de enseñar». El secreto del éxito, según Tejedor, está en «Bajo mi experiencia como actor he notado que el trabajo en equipo se hace mejor si hay buen rollo y relajación porque la gente se siente cómoda y concentrada; de lo contrario parecería una misa y las misas no me gustan», bromea.

Sus hazañas, más de mil, como dice la canción de Los Mosqueperros, han tenido fin en tres semanas, que ha sido el periodo que duró el cursillo de verano.