Hernández, que reside en Madrid como refugiado desde julio, dijo del premio que era «triste» pero «necesario porque pone a los asesinos en el punto de mira», añadió.
El galardonado fue arrestado en marzo de 2003 junto a otros 74 periodistas disidentes y sentenciado a 25 años de cárcel. Durante su estancia en prisión solo le permitían ver la luz natural cuatro horas al día, no le dejaban ver la televisión ni escuchar la radio y para beber le daban agua contaminada. «No me arrepiento de nada; el sufrimiento no ha sido en vano», dijo tras recibir el premio de manos de la presidenta del PEN Català, Carme Arenes.
El acto de entrega de la distinción tuvo lugar en la Casa Museu Llorenç Villalonga, en Binissalem, y estuvo precedido de una cena a la que asistieron personalidades del ámbito de la cultura y la política.
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