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Corrían los años 80 cuando Caterina Valriu, escritora, profesora de filología catalana de la Universitat de les Illes Balears y cuentacuentos, descubrió el mundo de la literatura infantil y juvenil en la librería que regentaba junto a su hermana. Esta fecha coincidió con el boom del género literario, una vertiente que implica un día a día en el que «hay que reivindicar su importancia», señala Valriu, quien ha resumido 30 años de tradición oral y escrita, y sus autores, en el libro Imaginari compartit. Estudis sobre literatura infantil i juvenil .

A lo largo de estos 30 años, este género «ha evolucionado muchísimo», indica Valriu, una vertiente de la literatura que ganó fuerza a partir de los años 80 y que, en Balears, se agudizó con «la introducción del catalán en las escuelas» y, sobre todo, «la publicación de El rei Gaspar , de Gabriel Janer Manila». Además, otro de los factores que ha permitido una evolución en este género ha sido «el avance de las artes gráficas y la posibilidad de editar libros muy atractivos, con muchos colores y páginas con castillos o estructuras del mismo estilo».

En Mallorca, y en el resto del archipiélago, «nos encontramos con un patrimonio oral extraordinario». «De las rondalles de Alcover han bebido todos los escritores. Son muy conocidas, pero eso no sería literatura infantil, sino patrimonio oral», explica la escritora, quien, precisamente, es autora de la tesis doctoral Influències de les rondalles en la literatura infantil i juvenil .

La autora reivindica este género como «un pilar importante, no debe considerarse una literatura de segunda fila o de juguete», explica la filóloga, quien asegura que lo más importante es «estimular la lectura con los más pequeños. La literatura, sea oral o escrita, debe formar parte de la vida de una manera natural. Si los pequeños asumen el hábito lector, después ya van solos». «Puede ser en las escuelas, en las bibliotecas o con sesiones de lectura indicadas para ellos. Lo fundamental es no caer en infantilismos», añade.

Para la escritora, su labor como cuentacuentos, con más de 1.500 sesiones a sus espaldas, «es la mejor experiencia para comunicarte con los pequeños».