El cardenal Despuig (Palma, 1745 - Lucca, 1813) consiguió reunir una colección de antigüedades en un museo que proyectó en la finca de Raixa. «Las adquisiciones del cardenal procedían mayoritariamente de su estancia en Italia que fue intermitente pero amplia, en la que explotó unas excavaciones en Arizzia, cerca de Roma», explicó Domínguez, quien comentó que «a finales del siglo XVIII, un personaje como Despuig solía tener una colección de esculturas como señal de distinción».
La estudiosa aclaró que «Despuig se infiere en las altas esferas de la Iglesia» y precisó que «en el catálogo de la colección, que hizo Josep Maria Bover en el año 1841, se dice que todas las piezas son muy antiguas, pero, a la hora de la verdad, y ahí entra mi trabajo, no es así». Domínguez aclaró que «la mayor parte de las piezas que se encuentran en el Castillo de Bellver fueron compradas», y mantuvo que «Ramon Despuig i Fortuny, descendiente del cardenal, dilapidó la fortuna y tuvo que subastar lo que quedaba en París». Algunas esculturas relevantes acabaron en manos del propietario de la cerveza Carlsberg en Dinamarca, donde aún están. «Hay también un busto de Cleopatra de la colección de Despuig que está en Berlín y otra pieza en Boston».
La historiadora argumentó que «las piezas de Despuig son un claro ejemplo del gusto de la época y una oportunidad que debería aprovecharse para entender cómo era el coleccionismo de ese tiempo». Domínguez recordó que «fueron personas a título individual, como intelectuales mallorquines, que con su dinero sufragaron la compra de piezas a la espera de que el ámbito gubernamental provincial interviniera». La investigadora sostuvo que «gracias a esa gente se conservó lo que tenemos, a excepción de algunas piezas que se perdieron en una exposición temporal de los años 70 que pasó por diversas ciudades europeas, titulada Mallorca se presenta, en una época sin un desarrollo de la legislación de patrimonio».
Para la profesora, «a idea de Despuig estaba vinculada a la Ilustración y consistía en crear en Raixa un museo público con una biblioteca que todo el mundo pudiera disfrutar, en una finca que había sido de la familia desde tiempos inmemorables y que recordaba a las villas italianas que el cardenal había conocido en Italia».
Simultáneamente, y como ya publicó este diario, Antònia Soler, doctora en Filología Clásica y profesora en la Universitat de les Illes Balears, estudia la parte pictórica y el lapidario de la colección de Despuig. De las esculturas ya estudiadas, Domínguez destacó «una cabeza de Diana» y apuntó que «no me gustaría hablar de antiguo y falso, más bien es una colección que se ha de contextualizar y que se ha de entender en su conjunto».
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