Vestido con traje gris y gafas de sol asomando por el bolsillo de su americana, Clooney llegó entre aplausos, conquistó con poco esfuerzo a una sala de prensa repleta y se fue en loor de multitudes acompañado por un excelente grupo de actores que hicieron de meros comparsas.
Philip Seymour Hoffman, Paul Giamatti, Marisa Tomei y Evan Rachel Wood -faltaba sólo el protagonista de la película, Ryan Gosling- arroparon a un Clooney que se basta y se sobra para venderse a sí mismo. Así que no faltaron las bromas o los comentarios irónicos -«me gusta dirigirme a mí mismo y decir: 'buena toma George'».
El actor y director se interesa por la política y asegura que no le gusta el momento actual, en el que domina tanto cinismo como en su película. «Es temporal, lo solucionaremos, soy un optimista. Ahora no hay idealismo, pero espero que vaya a cambiar». Una situación que, sin embargo, sí ha sido la ideal para poner en marcha un proyecto que en un principio iba a ser rodado en 2007. Entonces el presidente Barack Obama fue elegido y «todo el mundo estaba tan contento y esta película es tan cínica, que nos dimos cuenta de que no era el momento», explicó. Ahora sí lo es y Clooney ha presentado en Venecia una historia de política, de ambición, de poder y de favores. Los idus de marzo dejó un buen sabor de boca entre la prensa que asistió al primer pase de una competición de Venecia que promete buen cine. Hoy le toca el turno a Roman Polanski. Con un problema: es el día de Madonna.
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