Durante años, las pinturas de la Cambra o Capella Pompeiana del número 8 de la calle Montenegro, de Palma, formaron parte del 'paisaje' del mítico Centro de la Guitarra, por donde pasaron todos los músicos locales que hoy peinan canas. A pesar de este ir y venir de jóvenes por el primer piso del edificio, la decoración de este pequeño espacio ha llegado casi incólume hasta hoy. Si acaso, su mayor enemigo ha sido el deterioro del edificio, especialmente de su cubierta, «que tenía agujeros por donde entraba el agua», y de la fachada, que se inclinaba hacia adelante. Ahora, bajo la dirección del arquitecto Pedro Cabrer, ha comenzado la rehabilitación estructural del inmueble. Así, la salvaguarda de estos frescos, que son Bien de Interés Cultural (BIC) desde 2000, está asegurada, aunque su restauración entrará en la fase final del proyecto.
Según la ficha de catálogo del Ajuntament de Palma, el edificio, de categoría B, está documentado en los catastros de 1576 y 1685. También narra que en el siglo XIX fue adquirido por los Despuig y que en el XX fue propiedad de los Borràs, Dameto y Cavaller. La cámara, situada en la planta noble, es de forma trapezoidal, de pequeñas dimensiones.
Arquitecto madrileño
Catalina Cantarellas, profesora del Departamento de Teoría de las Artes de la Universitat de les Illes, quien en los años ochenta estudió estas pinturas, comentó ayer que «son del siglo XIX y se enmarcan en el contexto de los trabajos hechos bajo la influencia del arquitecto madrileño Isidro González Velázquez; además, tienen un paralelo en las de Can Gelabert de Binissalem», que fueron destruidas.
Este tipo de pinturas se denominan pompeyanas porque «respondían a la influencia vaga o etérea de la Antigüedad, de Italia o la Magna Grecia», apunta Cantarellas, y se popularizaron en Europa gracias a los tratados, con decenas de diseños de interiores, publicados hacia 1870 por el arquitecto inglés Robert Adam y por los franceses del imperio napoleónico Percier y Fontaine.
Como muestran las imágenes de esta página, el paisaje protagoniza buena parte del conjunto decorativo. Según Cantarellas, «el paisaje conecta con las influencias de la estética subjetiva inglesa del interés por la naturaleza, especialmente por lo pintoresco».
De la importancia de las pinturas son muy conscientes en la familia Cabrer Rivera, la actual propietaria de la planta del edificio de la que forman parte. «Dando vueltas me he dado cuenta de que esta casa recoge la memoria del barrio, lo que te obliga a ir con más tiento», dice el arquitecto Pedro Cabrer, al frente de una obra compleja. Por ejemplo, como no había planos del edificio, ha tenido que «levantarlos desde cero».
Patrimoni Històric le ha dado permiso para intervenir en el piso sobre la Cambra Pompeiana para reforzar la estructura del suelo y que no se venga abajo. Cabrer ha contactado también con el restaurador Juan Alvarado. Éste, aunque aún no ha hecho un estudio en profundidad, destacaba ayer que «las pinturas tiene grietas, también manchas de pintadas», pero, para el tiempo que ha estado expuestas, «están relativamente bien conservadas», comentó. Siguiendo las instrucciones de Patrimoni, mientras dure la rehabilitación del edificio «deberán protegerse con paneles de poliestileno».
Cabrer asegura: «Mi máxima preocupación es que no se deterioren más» y lamenta la «falta de subvenciones» para la restauración de un patrimonio catalogado como BIC, como es el caso de este conjunto pictórico.
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Una buena noticia, fuimos mucho al Centro de la Guitarra cuando estaba Rita y Peter, un sitio especial que, al cerrar, dejo un hueco en la cultura de Palma.