Las tres jóvenes no se reconocieron culpables, insistieron en calificar su acción de «expresión política en forma artística» y escucharon la sentencia con serenidad e, incluso, sonrisas.
Las Pussy Riot se dieron a conocer en toda Rusia el 21 de febrero pasado cuando cinco de sus integrantes irrumpieron encapuchadas en una zona restringida del altar de la catedral de Cristo Redentor en Moscú, el principal templo ortodoxo del país. Una vez allí, las mujeres se desprendieron de varias de sus prendas y comenzaron a tocar la guitarra eléctrica, a cantar y a bailar en ropa interior.
«Madre de Dios, echa a Putin», decía la canción, en la que se acusaba al patriarca de la Iglesia Ortodoxa Rusa, Kiril, de creer en el presidente de Rusia y no en Dios.
Una de las acusadas, Samutsévich, ha declarado que si en la catedral hubieran cantado «Madre de Dios, protege a Putin» en vez de «Madre de Dios, echa a Putin» no habrían sido enjuiciadas.
El juicio a las Pussy Riot ha levantado una campaña internacional en favor de su libertad a la que se han sumado figuras del mundo musical de la talla de Paul McCartney, Sting, Madonna o Björk y bandas como Red Hot Chili Peppers.
Más de un millar de simpatizantes y también de militantes ortodoxos se congregaron a las puertas del juzgado moscovita Jamóvnicheski, en medio de un impresionante despliegue de periodistas y policías.
Mientras tenía lugar la lectura de la sentencia, más de una veintena de activistas opositores fueron detenidos, entre ellos el ex campeón mundial de ajedrez Gari Kaspárov.
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