David Trueba (Madrid, 1969) es como el Sr. Lobo: soluciona problemas. Si el CineCiutat estaba falto de público, el domingo llegó el cineasta con Madrid, 1987 y abarrotó las 220 butacas de la sala 2. El primer sold out desde su reinicio. El estreno del filme es un sabroso aperitivo que se puede degustar desde anteayer con motivo de la Semana Internacional del Cine Europeo, que se celebra del 19 al 26 de octubre.
Trueba se remonta al Madrid de 1987, cuando Miguel (José Sacristán), uno de esos articulistas apostólicos, cita a Ángela (María Valverde), una estudiante de periodismo, en un café porque ha hecho un trabajo sobre él. La lleva al estudio de un amigo pintor y se quedan encerrados en el baño. A partir de ahí, se da una situación completamente distinta a la que ambos estaban predispuestos a vivir. Pasan un día y medio encerrados en el váter y eso se convierte en un enfrentamiento generacional. «No hemos conseguido nunca que el paso de una generación a otra sea plácido», afirma el cineasta, que se siente identificado con el papel de Valverde ya que él estudiaba primero de periodismo en ese año. «Había una generación muy potente encima nuestro, que apenas te dejaba respirar porque lo sabía todo, era mejor que tú y además tú no habías luchado contra la dictadura». Era la cultura del pelotazo, que atiende «a la falta de sentido crítico sobre nosotros mismos, la construcción del país y el no conformarnos con la llegada de la democracia, sino tratar de aspirar a que fuera real».
Sin embargo, Trueba recordó que «cometieron un gran error del cual somos en parte víctimas y culpables: el no seguir trabajando en esa especie de construcción y generar esa especie de siesta en la que caímos».
Los políticos de la transición fueron protagonistas del discurso de Trueba. «Creo que fueron muy buenos en la construcción del país». Figuras como Suárez, Carrillo, el propio Felipe González e incluso Fraga han cobrado en el tiempo un valor por esos años», dijo. No pudo expresar lo mismo de Rajoy: «Peca de cierta discreción, no sé si necesitaríamos en Bruselas a una persona más fuerte, con más carisma». Le costó responder, pero quizá sea alguien como «Artur Mas, está demostrando que es un hombre determinado, pero, si en vez de destinar toda la energía a una abstracción –la independencia–, la destinara a cómo crear trabajo y cómo generar actividad económica éste sería un país muy distinto».
Para él, «España es el país más antiimperialista y antiamericano que conozco y, no obstante, sólo van a ver películas americanas, sólo consumen música americana y sólo leen novelas americanas. Es curioso ese doble discurso, pero lleva así 25 años. Somos lo que consumimos».
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