—Defina ‘El muerto y ser feliz'.
—Es muy cervantina, una road movie popular, pero a mí manera. De carretera con chicas, pistolas y perros. Un filme de carretera como Easy Rider. Contiene todo: comedia, drama, documental, aventura. Es surrealista y absurda.
—¿Por qué eligió Argentina?
—Cuando la empiezo a pensar iba a ser en Francia, de París a Marsella, pero es demasiada higiénica, ordenada y occidental. La pasas a Argentina con José Sacristán y todo funciona, por la distancia.
—¿Qué tiene José Sacristán?
—Todo. José Sacristán va a ganar el Goya con esta película, que nunca ha estado nominado. Pepe es lo mejor que me ha pasado en el cine. Y he trabajado con Carmen Machi, Lola Dueñas y actores muy buenos. Pero él no hay día que no te de una lección de humanidad, humor o política. Es un referente cinéfilo e intelectual. Estar al lado de Sacristán es una fiesta.
—¿Qué pretende transmitir con esta cinta?
—(Silencio, al fondo se escuchan gritos de niños...) Eso. (Más silencio). Están viendo películas mudas, del año 27, de Walt Disney. Todavía es posible, a las 10 de la mañana, siete años. Yo soy mi primer espectador, no podría hacer nada que no me provocase eso (en referencia al vocifero infantil).
—¿Con qué presupuesto contaba?
—Un millón y medio de euros. Pero con menos, probablemente, hubiera sido mejor. Porque se dispara la imaginación. Cuando aparecen problemas tienes que darle la vuelta. Soy mejor director con menos dinero.
—¿Cómo está el panorama de la industria cinematográfica?
—Hablando en plata, nos están jodiendo. Está pasando algo muy grave, en Grecia o Portugal, países rescatados, hay un IVA del 13 por ciento. El cine es cultura aunque los políticos no lo piensen.
—¿Qué le recomendaría a un director que se adentrara ahora en el cine?
—Que vaya en transportes públicos, que escuche la dialéctica de las personas. Son buenísimas.
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