Fue en la noche del miércoles cuando presentó, en el Palau Sant Jordi de la Ciudad Condal, la gira española de su último disco, La música no se toca, con una puesta en escena se podrá disfrutar en la plaza de toros de Palma.
Como un chico mayor que juega a ser algo malo, pero con mucha mesura, el cantante congenió con simpatía con los 14.000 espectadores que casi llenaban el aforo del Sant Jordi. «Chiquilla, te voy a dedicar la siguiente canción pero deja de escribir mensajes, ¿estás aquí o estás ahí?, si ellos no están aquí, entonces se lo han perdido», soltó Sanz a una fan entre la multitud, buscando la complicidad de sus seguidores.
En otro momento, el músico definió el concepto de utopía, ponderando su importancia en plena crisis: «Es como la línea del horizonte, ya que si te aproximas cinco pasos, ella también se mueve otros cinco, y es que sirve para eso, para caminar».
Sanz recorrió buena parte de su repertorio. Empezó con los temas de La música no se toca y clásicos como Corazón partío, Llamando a la mujer acción, Cómo decir sin andar diciendo, Se vende, Mi soledad y yo o Desde cuándo. También se atrevió con Every little thing she does is magic, de The Police, y varios popurrís. Una de las mayores ovaciones la consiguió con No me compares, que interpretó acompañado de Antonio Orozco. En No es lo mismo se puso una senyera a modo de bufanda y Enséñame tus manos, otro tema especialmente ovacionado, permitió el lucimiento del pianista Alfonso Pérez. El tono más rockero lo aportó la guitarrista Brittany Denaro y la corista Sara Divine fue el contrapunto a la voz característica de Sanz.
Con la gente de pie y bailando, llegó el anuncio de la despedida. «Hoy no te vas» o «nos vamos contigo», coreó al unísono y de manera atronadora el público durante más de cinco minutos, con el escenario ya en penumbra. Sanz, quien aseguró al respetable que «ustedes siempre viajan conmigo y no quiero ser empalagoso ni llorar», salió de nuevo a escena para terminar su trabajo, y fue entonces cuando llegaron ¿Y si fuera ella? y Amiga mía.
Así se alcanzó el final, después de más de dos horas de entrega por parte del músico y su internacional banda.
«Os quiero un huevo», espetó con ese aire de astuto perro viejo, sabio en el oficio aprendido en más de dos decenios de actuaciones, y tan seductor, a juzgar por la cara, llena de satisfacción de gran parte de espectadores, entre ellos superior en número de mujeres, al abandonar en masa el estadio cubierto de la montaña de Montjuïc.
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