El poeta Pau Castanyer ha inaugurado la feria de este año. | Joan Torres

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«No hay mejor cosa que leer en la intimidad». Ésta fue la primera frase que escuché cuando llegué a la Fira del Llibre. Se la decía una señora a un niño cuando se despedían de la feria, que obtuvo una acogida «cálida» por parte de la ciudadanía. Una ubicación céntrica, a la sombra, entre Vía Roma y La Rambla, se convertió en pasarela de un público muy familiar.

«Es un lugar más agradable por los árboles, el paseo y el hecho de estar en el centro de la ciudad. Aunque prefiero el Born», comentaba ayer Marina P. de Cabo.

El pequeño Víctor Santamaría se detenía frente a un oso de plástico en cuyo vientre se exponían varios libros infantiles. Entre ellos, uno del archiconocido videojuego Angry Birds. Pero Santamaría no estaba muy por la labor de hojear a estos pájaros enfurecidos. Él optó por El templo del rubí de fuego, de Geronimo Stilton. Su padre, también Víctor, compró a su mujer Els millors plats de la cuina popular de Mallorca, de Antoni Tugores y M. Antònia Sureda Vallespir, y aplaudió la nueva situación de la feria, que permanecerá abierta hasta el próximo 9 de junio.

Nadie es partidario de volver a su anterior sede, el Parc de ses Estacions. «Era un poco agobiante, no sólo por la temperatura, sino también por su estructura», apuntaba Aina, que adquirió La enzima prodigiosa, de Hiromi Shinya, «un regalo para mi madre».

La tarde de ayer transcurría calmada, con una banda sonora jazzística cuyo hilo musical recorría las 25 casetas instaladas en el paseo. Los libreros, los libros y los lectores están cómodos en su nuevo hogar.