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La escritora y catedrática de Literatura Carme Riera recibió ayer de manos de la princesa de Asturias el medallón que la acredita como integrante de la Real Academia Española de la Lengua (RAE), ocupando el sillón de la letra ‘n'.

En su discurso de ingreso, ante 400 invitados y una treintena de académicos, titulado Sobre un lugar parecido a la felicidad, la autora mallorquina disertó durante una hora sobre ese paraíso que fue Mallorca para numerosos literatos y viajeros entre 1837 y 1936. «La Isla es un espacio simbólico», señaló, «un lugar de sosiego y encuentro de uno mismo». Una definición que dirigió a su tierra natal donde, en una de sus dos estancias, a principios del siglo XX, el poeta Rubén Darío manifestó que era «la Isla de oro».

Para ello, Riera se sumergió en una treintena de textos, entre ellos de Miguel de Unamuno, Santiago Rusiñol, George Sand, Jorge Luis Borges, Josep Pla y Azorín, la mayoría calificando a Mallorca como ‘La Isla de la calma', ‘Un espacio donde todo será posible', ‘El Jardín de las Delicias' o ‘El Jardín de las Espérides'. La nueva académica rememoró a Goethe, quien en un poema dijo que en la «ínsula maduran los frutos de oro de los naranjos».

Recordó que Borges dijo: «Mallorca es un lugar parecido a la felicidad», y al amor odio que le procesó George Sand que, junto a Frederic Chopin, vivió en Valldemossa. Indicó que Sand apuntó que «Mallorca es uno de los lugares más preciosos del planeta», aunque despotricó de «los rasgos del carácter mallorquín: avaricia, rapacería, desconfianza, ignorancia, embrutecimiento…». Sin embargo, Riera subrayó que Unamuno destacó a los isleños por ser «amables, dulces, corteses y buena gente».

En un tono pausado y claro, la creadora rememoró un mundo idealizado por el Axiduc y por otros tantos pintores, viajeros y escritores que a partir de 1936 y, sobre todo, durante el siglo pasado, fue sustituido por turistas, desapareciendo ese idílico edén. «Hoy solo quedan algunos espacios preservados, pocos ya, en la sierra de Tramontana, en al todavía magnífica cornisa de Miramar». Finalmente, recibió la contestación del también académico Pere Gimferrer, quien alabó la calidad literaria de Riera, su «tenacidad» y su «vocación».