Los bailarines solistas de ‘Trencanous’ posan en el hotel Palma Suites con Ryoko Yagyu y Daniil Simkin, las estrellas invitadas a esta producción del Teatre Principal de Palma. Estarán acompañados por la Orquestra Simfònica de Balears. | Pere Bota

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Diez segundos antes de iniciar la entrevista en Palma con Daniil Simkin (Novosibirsk, 1987) se acerca una joven. Habla ruso. Ha reconocido al bailarín y, emocionada, le pide un autógrafo. Este gesto ofrece un dato extra de la popularidad y el valor artístico de este joven de sólo 27 años que desde 2008, y tras pasar el Ballet de la Ópera de Viena, trabaja como solista en el American Ballet Theatre. En la Isla, en un descanso de su apretado calendario de funciones en Nueva York, encabezará el reparto del Trencanous que ha producido el Teatre Principal de Palma. Se podrá ver del 13 al 15 de diciembre bajo la dirección de Gavin de Paor y Laura Macías.


—Estos días es también la estrella de un proyecto nuevo que quiere convertirse en plataforma para muchos bailarines, especialmente los jóvenes.
—Es un honor participar del principio de algo grande que tenga que ver con el ballet clásico. No es algo que puede hacer habitualmente.

—Además del ‘nuevo Nureyev’, ¿le sorprende que algunos de los bailarines con los que compartirá escenario en Palma le definan como el ‘Leo Messi del ballet’?
—Es una novedad... Es la primera vez que me comparan con un futbolista.

—¿Cómo atraería a las nuevas generaciones al teatro para ver clásicos como el de Chaikovski?
—Para atraer a nuevo público empezaría por hacer campaña en la Red, y por el resto de medios y redes sociales. Ahí está el público joven, la nueva generación. Yo lo hago a través de Instagram, Facebook, o mi cuenta de Twitter, @daniil.

—A diferencia de otros jóvenes tuvo la suerte de tener la escuela en casa, con sus padres -ambos son bailarines-. ¿Fue una presión añadida?
—No, mis padres me dieron la oportunidad que ellos nunca tuvieron. Quisieron que yo sí la tuviera. Luego me dejaron decidir si quería continuar bailando o no.

—¿Cuándo tomó su propio camino?
—Todavía no ha llegado ese momento. En este tipo de situaciones pueden ocurrir dos cosas: O que te alejes definitivamente de tus padres o que te unas aún más. En mi caso, continúo unido a ellos y cada decisión de mi carrera la seguimos tomando juntos.

—Antes de llegar a Nueva York bailó con diferentes compañías por Europa y sigue haciéndolo. ¿Hay una concepción diferente del trabajo y de lo que es una compañía de ballet?
—Sí, hay claras diferencias en la ética y el estilo de trabajo. Además, en Estados Unidos el nivel de trabajo es muy intenso y concentrado; las compañías alquilan el espacio y se trabajan semanas enteras con funciones diarias. Luego hay descansos. En Europa, es más constante y tranquilo.

—Su caso es el ejemplo de que un uso correcto de Internet puede generar magníficas oportunidades.
—También el de Justin Beiber... Yo siempre he tenido interés por Internet, y tengo página web. Allí cuelgo mis vídeos. Alguien cogió dos de ellos y los colgó sin mi nombre ni autorización en Youtube. Incluso intentaron vender DVD con mis vídeos. Llamé y expliqué lo que estaba ocurriendo. A partir de entonces los pongo yo, porque si no vendrá otro que lo hará. No sé si fue gracias a Youtube, pero luego me llamaron de París y de Nueva York.

—¿Nueva York era definitivamente su meta?
—Llegó de forma natural, aunque siempre quise formar parte de una gran compañía internacional.

—¿Y es el futuro que desea?
—Pues no lo sé... Ahora disfruto del momento.