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Una carta del Papa Gregorio I Magno, en el 603 d.C., a uno de sus funcionarios advirtiéndoles de la «actuación irregular» de unos monjes en Cabrera es el único documento que constata la existencia de un monasterio hace más de trece siglos en la isla balear. El resto de lo que hoy se conoce es fruto del trabajo arqueológico que desde 1999 realiza un equipo coordinado desde el Ajuntament de Palma. Hasta 150 piezas de las halladas desde entonces se muestran en el Castell de Bellver con la exposición El monestir de Cabrera. Segles V-VIII , comisariada por Magdalena Riera y Mateu Riera, codirectores de las excavaciones. La inauguración es hoy, a las 13.00, y se podrá visitar hasta junio.

La exposición recoge los restos más importantes, como pequeños fragmentos de una lámpara de cristal o de una columna de mármol, que «nos indican el tipo de edificios que existían», apunta el arqueólogo, y los posibles de la comunidad. En el yacimiento principal, el del Pla de les Figueres, se encuentra el cenobio, donde vivía la mayoría de la comunidad, y en el Clot del Guix, els Picornells, y probablemente en otros, los heremitorios, donde los monjes «se aislaban solos o en pequeños grupos». Durante los trabajos, se ha hallado abundante cerámica, en la que los monjes imprimían su sello para identificarla, según explicó Riera, también mucho material en superficie -sólo se ha excavado un 3%-, conservado gracias a que no se han construido en la Isla. No obstante, la presencia en Cabrera de los prisioneros franceses de la batalla de Bailén, que habitaron sobre los restos entre 1809 y 1814, provocó pérdida de estructuras o su reutilización. Cabrera está llena de incógnitas, ¿qué pasó con los monjes? La exposición, para la que también se ha elaborado un audiovisual, quiere mostrar el potencial del yacimiento para que se siga trabajando en él, y a mayor ritmo -la campaña se reduce a una semana al año-.

Paralelamente a la muestra, Cort ha organizado, en colaboración con otras instituciones, visitas guiadas, conferencias y talleres.