El convento ocupa una amplia zona de la Calatrava.

TW
4

«Es la primer vez desde la llegada de la democracia que se cierra un monasterio de origen medieval y de tanta trascendencia cultural en Mallorca». Lo recuerda el investigador Jaume Llabrés. Este experto se refiere al monasterio de Santa Elisabet d'Hongria, situado en la Calatrava, y conocido popularmente como Sant Jeroni por estar habitado por las monjas jerónimas. Dentro de unos meses –aunque la nota del Obispado señala el próximo domingo–, las seis religiosas que ahora lo ocupan se trasladarán al convento de Inca de la misma orden debido a su estado de salud y avanzada edad.

«Se trata de uno de los tres conventos más importantes de la Isla junto el de Santa Clara y el de Santa Magdalena». Llabrés es coautor, junto a la historiadora del arte Aina Pascual, y el fotógrafo Donald Murray, del libro Conventos y monasterios de Mallorca. Historia, Arte y Cultura, un documento imprescindible para conocer esta parcela de la historia local ya que tuvieron acceso al interior de los mismos y a las zonas de clausura. Editado por Olañeta en 1992, fue prologado por el erudito Gabriel Llompart. Llabrés y Pascual también coordinaron La cuina conventual a Mallorca.

El cierre del convento y su iglesia, que acogen un importante patrimonio histórico artístico y etnográfico, es para Jaume Llabrés «una desamortización silenciosa, porque habrá más, hay más conventos en coma» debido a la escasez de vocaciones de vida contemplativa o de clausura. Por supuesto, Sant Jeroni es Bien de Interés Cultural (BIC), tanto el edificio como su interior, y según fuentes del Consell, en el futuro se debe conservar tal como lo dejen las monjas para mantener el espíritu de la vida monástica, de «la que es un reflejo». Si el Obispado tuviera intención de venderlo, por ejemplo, «la Administración tendría el derecho de tanteo y retracto», señaló Joan Rotger, vicepresidente Insular de Cultura. Pero, según Nadal Bernat, delegado de Vida Consagrada de la Diócesis, lo referente al futuro del mismo aún no se ha planteado, «por respeto, porque aún viven allí las monjas, lo primero son las personas». Una buena solución sería que lo habitará otra comunidad como sucedió con las capuchinas, que ahora conviven en su convento con las franciscanas de Calvià.