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No es como aquellos grupos que prescinden de sus grandes éxitos en los conciertos. Borja Cobeaga (San Sebastián, 1977) acude a Caixafòrum Palma para ofrecer una charla, dentro del festival MareMostra, predispuesto a conversar acerca de su trabajo reciente, el guión a cuatro manos junto a Diego San José de la triunfal Ocho apellidos vascos , la cinta española más vista de la historia que no hubiera existido sin Vaya semanita , programa que se emitió en ETB.

Ya se codeó con Diego San José para dirigir Pagafantas (2009), No controles (2010), «un montón de programas de televisión fracasados y... Ocho apellidos vascos ». Ha constatado que durante la promoción de la última su presencia en los medios ha sido equiparable o incluso superior a la del director, Emilio Martínez Lázaro. «Me parece inaudito que en esta película seamos tan visibles los guionistas».

La habitual invisibilidad del guionista en los largometrajes, en contraposición con la figura del director, es una cuestión que Cobeaga acepta con normalidad. «Tiene que ser así. Nosotros ni fuimos al rodaje ni nada. No quiero ir a rodajes ajenos, me aburro mucho y tropiezo con los focos. ¿A qué vas a ir, a mirar el cogote del director?». Al fin y al cabo, por mucho que se reivindique al guionista, «quien da el tono, uniforma las interpretaciones y cuenta la historia es el director».

Miedo

El éxito de Ocho apellidos vascos es «un arma de doble filo» para Cobeaga. «Tiene un lado muy positivo, que ha conectado con el espectador, pero me daría miedo que sirviese de ejemplo para todas las películas, que tuvieran que tener vasco en el título, un tío con boina y un traje de faralaes».

El filme no es «ni mejor ni peor que cualquier otra comedia que se haya hecho en España», apostilla. «Se ha juntado que ha caído muy bien, un debut de Dani Rovira que ha arrastrado mucho público, más un apoyo promocional y una buena fecha de estreno. No creo que la fórmula se pueda repetir. Es curioso como el espectador da lecciones a los que hacemos películas».

En principio, el guión del filme era distinto. Transcurría en los 80. Un señorito andaluz, más pijo de lo que habían planteado, estaba todo el día de juerga y su padre, un tipo rico y con fábricas le mandaba al País Vasco para dirigir una factoría que poseía allí. Entonces él por miedo se hacía pasar por vasco. El guión se tumbó. A partir de la página 50 «era un desvarío, no funcionaba». En la secuela se palpa ilusión. «Cuando escribes una película no sabes si la gente va a ir a verla y en esta caso yo creo que un mínimo sí irá».

Cuando Cobeaga y San José recibieron el encargo de guion de esta comedia regional contemplaron la posibilidad de dirigirla. «No me apetecía demasiado después de haber hecho dos comedias románticas», puntualiza. «Si la hubiera dirigido yo habría quedado más bestia». Habla de una «apertura de público» como parte de la victoria en taquillas del largometraje protagonizado por Dani Rovira, Clara Lago, Kerra Elejalde y Carmen Machi.

Mérito

«Mi fantasía como director ha sido siempre que puedes hacer una película tremendamente personal y que tenga este éxito. El mérito de Ocho apellidos vascos es que ha llevado al cine a gente que hace mucho tiempo que no iba. No creo que sea la solución para el cine español, es un fenómeno muy concreto y la fórmula no se puede repetir hasta la extenuación». Repasados sus grandes éxitos, Cobeaga tira en los bises de nuevo repertorio, El negociador , sobre las negociaciones de Eguiguren con ETA.