— ¿Cómo se embarca en la dirección teatral de El testamento de María?
— Mi amigo Enrique Juncosa conocía a Colm Tóibín. Empezamos a hablar sobre la posibilidad de llevar el texto al teatro. Javier Pérez Santana compró los derechos para la versión en castellano. Se incorporaron el Festival Grec, el Centre Dramático Nacional de Madrid y el Teatre Lliure. Me llegó el texto de la primera representación que se hizo en Irlanda, un monólogo. La novela aún no existía. Al cabo de un año, en Broadway, se realizaron una serie de modificaciones. Tóibín se animó y escribió la novela. Yo, en Cuba, donde preparaba una película, preparé una adaptación que surge de las tres fuentes.
— Asegura que no ha añadido una palabra al texto de Tóibín. ¿Qué características advertirá el espectador como propias de Agustí Villaronga?
— Mi obra es de cine. La personalidad de Tóibín está muy definida, impregna la obra. Al ser un monólogo, el dueño es la actriz. He intentado que no fuera un monólogo de una persona sentada en una silla, he buscado la agilidad, una línea de acción, lo que está por escenas lo he pasado a secuencias. Hay un montaje interno de transiciones más rápido de lo normal. Frederic Amat ha creado un espacio escénico que es la casa de María, en Efeso, exiliada en Turquía. Es una mujer ya mayor que revive el pasado con los objetos que encuentra. La casa es una habitación de la memoria, un pasado que en muchos puntos diverge de lo que se cuenta en los Evangelios.
— ¿Dónde pone el acento en el texto del autor?
— Es uno de los textos más bonitos que he leído en mi vida. He puesto el acento en la actriz, en una única persona que tiene que comunicar con el público. El texto es narrativo pero está reforzado por acciones. Es una mujer que pierde a un hijo por unos ideales que no comprende. Es algo universal: madres que han perdido a sus hijos en una guerra.
— La vida de María parece superada por la trascendencia de la historia.
— El tiempo, a través de la palabras, ha formado un personaje que no es humano. Por un lado es un icono y por otro es una persona sagrada. Sabemos poco de la Virgen. Es un personaje secundario, habla poco. Se puede fabular. Tóibín la coloca en la Tierra. Es una mujer de campo, humanizada.
— La vida de Jesucristo como inspiración creativa es una constante en la historia del arte.
— Toda la historia religiosa es importantísima en el mundo del arte, sobre todo en las artes plásticas. He estado 13 años con los jesuitas, conozco bien el material religioso.
— ¿Cómo es Blanca Portillo?
— Es una gran actriz. No la conocía antes. Nos hemos entendido. Tiene una gran sabiduría teatral, algo que a mí me falta. Sabe vivir las cosas sin perder el control y la técnica. Comunica muy bien. El espectáculo es ella.
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