Shirlene Quigley, en el aula de ensayo de la academia. | P. Pellicer

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Shirlene Quigley nos recibe tan solo dos horas después de haber llegado a la Isla y con un poco de mono de cafeína debido al cansancio. Por la cercanía con la que nos trata, nadie diría que es la misma chica que ha bailado con Beyoncé, Rihanna, Chris Brown o Jamie Foxx. Ni tampoco que se ha subido a escenarios tan importantes como los de los Grammys, los VMAs o los Teen Choice Awards. Este fin de semana también bailará, pero con un grupo de jóvenes amantes de la danza en la Angela Bruno Dance Factory, academia en la que impartirá una clase magistral hoy, a las 11.30 horas, para todo aquel que lo desee. Ayer ya ejerció de profesora ante un primer grupo que disfrutó casi dos horas.

—¿Con cuántos años empezó en la danza?
—Cuando era pequeña solía mirar los videoclips de Paula Abdul y Janet Jackson. Me enseñaba a mí misma, iba a algunas competiciones... Pero no fue hasta los 16 cuando fui a mi primera clase profesional en Millenium Dance Complex.

—¿Cuándo supo que quería dedicarse al baile profesionalmente?
—Cuando empecé a bailar ni siquiera sabía que era un trabajo [ríe]. Oí a un bailarín hablando de cuánto iba a cobrar por ir a un tour y pensé: ¡Vaya! ¿Puedes ganar dinero bailando? Vale, ese va a ser mi trabajo.

—¿Cuál fue su primer gran trabajo como bailarina y cómo lo consiguió?
—Fue en el videoclip Crazy in love, de Beyoncé, a los 18. Me colé en el casting de la película You got served. El coreógrafo era uno de mis antiguos profesores y vio que había mejorado mucho desde entonces. Porque aunque nadie se lo crea, cuando empecé era bastante mala. En cualquier caso, se dio cuenta de que no tenía agente y me ayudó a conseguir uno. A partir de ahí, Beyoncé fue mi tercera audición.

—¿Cómo es bailar junto a artistas como Beyoncé?
—Fantástico. Como un sueño del que no quería despertar. Con Beyoncé aprendí muchas cosas en muy poco tiempo. Una de las razones por las tengo una gran ética de trabajo es por haber bailado con ella, una de las personas más trabajadoras de la industria.

—Después de colaborar con tanta gente, ¿hay alguien con quien tenga pendiente bailar?
—Mi sueño es ser coreógrafa de Janet Jackson. Ella es la razón por la que bailo. Fue mi primer concierto cuando tenía siete años. Tercera fila. Todavía guardo la camiseta.


—¿En qué proyecto anda enfrascada ahora?
—He creado mi compañía de baile, Purity In Pumps, con la que quiero centrarme en el alma de las mujeres, no en su sexualidad. Tengo una gran sensibilidad por los niños, así que no me gusta crear coreografías que un niño no pueda ver o hacer.

—¿Por qué le gustan tanto los niños?
—Soy una niña grande. Todos los niños creen que son princesas o superhéroes, que todo es posible. Si puedo hablar con ellos y decirles que sí, que tienen razón, que pueden hacer lo quieran, si puedo ayudar a que esa semilla crezca, sentiré que estoy haciendo algo importante.

—¿Pensaba que podía llegar tan lejos?
—No tenía ni idea, solo quería bailar. Creo que a veces es mejor así, porque si no te lo planteas no hay nada que te frene. En mi primera audición todo el mundo se rió de mí, pero eso no me derribó. Solo pensé que iba a tener que trabajar mucho más duro.

—¿Cuáles son sus planes de futuro?
—Me encantaría hacer espectáculos para la gente que no puede permitirse pagar grandes conciertos. Colocar un escenario en mitad de una calle y dar clases gratis. [Sonríe] Y casarme y tener hijos, si es posible con algún europeo alto y guapo.