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A punto de cumplir diez años en Can Sales, aunque su edad real es de 160, la biblioteca pública vive una pequeña tregua hasta el 31 de julio. Antoni Vera, director general de Cultura del Govern, ha tomado algunas medidas: La compra de 25 ordenadores, porque los que había «estaban obsoletos o estropeados», dice la directora; las salas de lectura e investigación recuperan horario de mañana y tarde; al centro llegarán cuatro personas de refuerzo. También intentará recuperar la figura del restaurador de papel.

Mientras el edificio se queda pequeño, como «preveíamos antes de la inauguración, el solar no era el adecuado», dice Maria de Lluc Alemany, directora de Can Sales. El trabajador José Herrero no quiere «hablar en negativo, a pesar de la situación». Su caso es paradigmático de cómo se hacen las cosas en este país. Va en silla de ruedas y sacó su plaza de auxiliar para comenzar a trabajar con la apertura del centro, pero este se inauguró sin accesibilidad, por lo que tardó un año en llegar a Can Sales.

Pide a la Administración más formación para los funcionarios que no son bibliotecarios de carrera, y que se reconozca la que van adquiriendo. Le gustaría que la biblioteca se implicara «más con el entorno, la vida cultural».

Carmen Pacheco es una veterana del servicio público, primero en Menorca, después en la vieja sede de la biblioteca en la calle Ramon Llull. Recuerda que con Can Sales «se nos abría la posibilidad de entrar en un edificio del siglo XXI, pero al traer el material ya vimos que los depósitos eran pequeños». Señala que los recortes «afectaron» mucho a los usuarios y que «este trabajo significa implicarte».