La escritora Sílvia Soler posó en Barcelona con motivo de esta entrevista | Carles Domènec

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La institución de la familia es un tema recurrente en la bibliografía de Sílvia Soler (Figueres, Girona, 1961), quien acaba de publicar Un any i mig (Columna), donde un matrimonio de Badalona se acaba de jubilar y se enfrenta a un efecto derivado de la crisis. Tres de sus cuatro hijos emigran: el mayor, a Canadá a trabajar como arquitecto; la segunda, a París como cocinera, y la tercera se instala en Mallorca como oceanógrafa. La distancia física trasluce una metáfora del estado emocional.

La autora considera que el libro, su siguiente publicación tras ganar el Premi Ramon Llull en 2013 con L'estiu que comença, es un catálogo «de desengaño, pero no en el sentido trágico», porque «hay pequeños desengaños de cada personaje, incorporados a la vida cotidiana, es el retrato de una familia que, en época de crisis, intenta adaptarse.

Soler asegura que escogió Mallorca porque «me iba bien el símbolo de la Isla y el mar». La escritora considera que «las islas son muy literarias», y que «seguro que vivir en una isla hace ver el mundo de una manera diferente».