Aprovecha un paréntesis en el estudio de grabación, donde pergeña la ópera rock Lubna, para responder las preguntas que le disparo. Desde Barcelona y por vía telefónica, Mónica Naranjo (Figueres, Girona, 1974), artífice de Sobreviviré o Desátame, temas que han trascendido en varias generaciones, agradece poder residir actualmente en la Ciudad Condal. «Desde que tengo 18 años he estado viviendo en distintos países», aduce quien actuará en la Plaça Ramon Llull de Manacor, el 6 de junio, a partir de las 21.00. El último disco que ha facturado es 4.0, álbum en el que reviste sus canciones.
—¿Cómo lleva la grabación de Lubna?
—Llevamos seis años, parece el parto de la burra. Es una obra literaria y trabajar mano a mano con un escritor conlleva ralentizar las cosas. Pensaba que la comunión iba a ser más complicada, pero ha sido todo con una un normalidad y respeto que volvería a repetir experiencia. Creo que a nivel musical e interno es lo más bonito que he hecho.
—Estuvo viviendo en México, se retiró y después retomó los escenarios. ¿Por qué se fue? ¿Se cansó de la música?
—No, de la música una nunca se cansa. Se cansa de la gente que le rodea y en aquel momento sólo me rodeaban personas tóxicas, con poco amor al trabajo y demasiado amor por lo ajeno. Terminé asqueada. Y eso fue lo mejor que hice en la vida.
—¿Dejar la música?
—Totalmente.
—¿Qué hizo durante el tiempo en que la abandonó?
—Vivir. Desconocía el placer que era tomarte una tortilla de patata con una caña delante del mar.
—¿Por qué volvió?
—Porque amo la música. Había trabajado tantísimo que me podía permitir tomarme un periodo de siete años de hibernación.
—¿Qué había cambiado cuando reapareció hace ahora ocho años?
—Todo, dejé la música emergiendo y cuando volví dije: ‘¡Dios mío, pero qué ha pasado!'. Esto parece lo de los imperios romanos, se estaba derrumbando para volver a construirse. Y estamos en ello todavía.
—¿Cómo debe reconstruirse?
—Hay que aceptar la situación, renovarse y unirse al enemigo.
—¿Quién es el enemigo?
—Las redes sociales y las compañías telefónicas, que son las principales responsables.
—¿Se le considera musa para los homosexuales. ¿Lo ve así?
—Todo sucedió muy rápido. En esos años, que fueron diez sin parar, no soy muy consciente de lo que pasó. No paré de trabajar, de viajar, de cantar. De estar un día en cuatro ciudades de países distintos con un jet privado. Yo no me di cuenta. Me di cuenta después, desde la tranquilidad y la lejanía.
—¿Lo valoraba?
—No, no me daba cuenta.
—Tengo la impresión de que usted ha vivido una vida paralela.
—Yo he vivido varias vidas paralelas, de verdad.
—¿Su 40 cumpleaños es una excusa para salir de gira?
—No, ya estaba pensado porque llevábamos dos giras de clásico y ahora con Lubna íbamos a estar otra vez en semi clásico como quien dice. Y yo necesitaba desmadrarme.
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