Javi Pueyo y Ricky Merino, dos cortometrajistas de la Isla, en s’Escorxador. | Laura Gómez

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Amenábar empezó haciendo cortos. Bayona también. A pesar de eso, hace una década nadie se hubiera imaginado pagar un solo céntimo por ver un cortometraje en España. Es posible que aún haya quien siga opinando igual, pero iniciativas como el festival PalmaEnCorto, que llenó todas las salas de CineCiutat, prueban que el público se está enamorando de este formato.

Apuntándose a esta nueva tendencia, o porque finalmente se han percatado del peso de los cortometrajistas en la industria cinematográfica, la Academia de Cine, que hace unos años quería eliminar las categorías de estos audiovisuales de la gala de los Goya, ha creado una comisión de cortometrajes con la intención de divulgarlos.

«Casi todos los cineastas empiezan haciendo cortos. Es más sencillo tirarte a la piscina con ellos, tanto a nivel económico como de producción. Aún así, creo que la afirmación de los Goya de que los cortometrajistas son ‘el futuro del cine' es una generalización. Los nominados en su gala ya son parte del cine, gente con el triple de presupuesto que alguien que está tratando de hacer un corto de guerrilla. Son estos últimos los que acabarán haciendo un nuevo cine en el futuro», valora Ricky Merino, director, guionista y actor.

Para ambos, «el corto es un camino para llegar al largometraje», aunque reconocen que es un formato muy atractivo, como demuestra el hecho de que directores como Toni Bestard regresen a él tras haber debutado en el largo.

La presidenta de la Associació de Cineastes de les Illes Balears (ACIB), Marga Melià, considera importante que la Academia de Cine «reivindique la importancia del cortometraje, porque cuenta con pocos circuitos de exhibición comercial. Es primordial programar piezas en las salas de cine, como hacemos desde la asociación con CineCiutat, para que la gente pueda acceder a ellas».