La muestra, que con algunos cambios llega a Madrid tras su exhibición en la Fundación Miró de Barcelona, refleja cómo el objeto encontrado va adquiriendo protagonismo en la obra del artista.
Así el proceso creativo de Miró (Barcelona, 1893 - Palma de Mallorca, 1983) puede leerse a partir de la relación que entabla con el objeto.
«Miró y el objeto» aborda toda una cronología, desde los años 20 hasta los 70, a través de 109 obras entre pinturas, esculturas, cerámicas, «collages» y ensamblajes. Algunas de estas obras se exhiben por primera vez en España, como «Los juguetes» (1924) del Museo Moderno de Estocolmo.
La exposición supone un paso más en el interés por profundizar en aspectos de Miró que no han sido suficientemente estudiados, en opinión de la directora de la Fundación Joan Miró de Barcelona, Rosa María Malet. «Miró parte del objeto más cotidiano y habitual, y recoge elementos que le vienen a parar a las manos de forma inesperada».
Para Joan Punyet Miró, nieto del artista, esta exposición es un sueño hecho realidad. «Tuve la suerte de vivir con él y compartir miradas de los objetos que él mismo recogía y llevaba a casa».
A través de la magia del objeto encontrado, «podía evocar personajes, figuras y crear esculturas con raíces, cactus, latas, que aparentemente no tienen ningún valor y que para él tenían un valor mágico».
William Jeffett, conservador jefe del Salvador Dalí Museum de Saint Petersburg (Florida) y comisario de la exposición, ha querido «dar un vistazo a la parte más desconocida y también más dura de Miró, artista combativo que luchó contra las convicciones artísticas establecidas con la intención de abrir esas convicciones artísticas a un discurso más poético».
Según el comisario, en Miró se puede hablar de antipintura «pero también de antiescultura», como se observa en la exposición, «que ofrece un vistazo sobre la actitud de Miró y de la dimensión poética de su obra».
Comenzando con la exhibición de varios de los objetos que recolectó a lo largo de su vida, así como de varias naturalezas muertas en las que aparecen algunos de ellos, se muestra cómo el artista evoluciona desde la representación pictórica del objeto hasta la incorporación física del mismo en «collages» y ensamblajes.
La afirmación de Miró respecto a que sentía «un asco profundo» por la pintura y que sólo le interesaba «el espíritu puro» marca el apartado «El asesinato de la pintura», con obras de los años 20 en que «collages» y elementos objetuales sustituyen a la representación pictórica de la realidad.
En 1930 realizó una serie de (anti)pinturas, donde se presentan imágenes canceladas o tachadas, como las procedentes del Museo Cantini de Marsella y del Museo de Grenoble.
«Del collage a la escultura» muestra cómo en los años treinta, Miró situó el «collage» como la base para un modelo transformador de la pintura a partir de sus dibujos y de sus pinturas. En los cuarenta utilizó cada vez con mayor frecuencia materiales inusuales y soportes no asociados a las técnicas tradicionales .
Después de la Guerra Civil y de la Segunda Guerra Mundial, Miró permaneció fiel a su compromiso con el objeto, exploró el potencial de la cerámica y produjo esculturas en hierro y bronce, a veces en «assembleges» con materiales encontrados como huesos o piedras.
Desde comienzos de los sesenta, sitúa cada vez más el objeto como un componente central de su lenguaje poético a través, sobre todo, de sus esculturas en bronce, algunas de ellas pintadas.
«Antipintura y Grand Palais, 1974» reúne obras en las que Miró continúa cuestionándose la pintura como lenguaje válido para representar la realidad y lo hace con pinturas recortadas, acuchilladas y quemadas. De esta gran exposición retrospectiva del artista celebrada en el Grand Palais de París en 1974 se exhiben una veintena de piezas.
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