—Esta semana tocará con la Simfònica un programa que parece muy interesante. ¿Había interpretado ya algunas de las obras?
—Tocaremos el concierto para violín y orquesta en re menor, op. 47 del compositor finlandés Jean Sibelius. Compuesto en 1903, está considerado uno de los grandes conciertos para violín del siglo XX, junto a los de Shostakovich o Bartok. Es una obra bellísima que empieza con un inicio casi mágico y que termina con un final vibrante, propio del carácter de las danzas nórdicas. La complicidad entre orquesta y solista está presente en todos los movimientos, lo que permite una gran comunicación con la audiencia. Además, combina su dificultad técnica con una orquestación romántica que cautiva por igual a intérpretes y oyentes. Es un concierto al que le tengo un especial cariño porque lo he tocado mucho.
—¿Qué significa para usted ser artista residente de la Simfònica?
—La figura de artista residente está presente en numerosas orquestas y festivales, prestigia tanto a las instituciones como a los músicos, y ambos se siente orgullosos de esta colaboración. En Balears, que yo sepa, es la primera vez que nuestra orquesta ha designado artistas residentes y lo ha hecho a lo grande con dos de las más reconocidas pianistas internacionales, las hermanas Katia y Marielle Labèque. Al mismo tiempo ha establecido la figura de artista residente balear y yo tengo el inmenso honor y la gran responsabilidad de ser el primero.
—Está muy unido a la formación.
—La verdad es que cuando el maestro Mielgo me comunicó la propuesta me emocioné. La Simfònica es la orquesta con la que primero aprendí a disfrutar de la música y con la que me he hecho violinista. De pequeño iba a los conciertos con mis padres. Toqué con ella por primera vez con nueve años y eso es algo que nunca se olvida. Los músicos son mi familia musical, mis referentes, siempre me he sentido muy querido y apoyado por ellos, tenemos feeling. Son grandes profesionales que se entregan a su trabajo y disfrutan de ofrecernos lo mejor de ellos mismos.
—¿La residencia implica que deberá participar en más eventos con la orquesta?
—Tengo la oportunidad de colaborar de una forma más estrecha. Además de hacer los conciertos que se programen, el próximo verano podré tocar música de cámara con los músicos dentro del festival del Castell de Bellver que coordina el violinista Sebatià Pou. También estoy trabajando para presentar al maestro Mielgo un nuevo proyecto destinado a los músicos de la Acadèmia Simfònica en el que le llevaré la idea de que combinemos formación a cargo de los grandes solistas que van a tocar en la temporada próxima, con mi experiencia y colaboración en esta tarea.
—Ayudar a los músicos más jóvenes es fundamental.
—La colaboración en este campo entre la Simfònica y el Conservatorio Superior con la Acadèmia Simfònica abre un campo lleno de oportunidades para nuestros jóvenes músicos en el que me quiero implicar y al que me gustaría aportar mi pequeño granito de arena.
—Vuelve con el festival Pianino a Valldemossa. ¿A qué se debe su fidelidad a esta cita?
—Es un festival que se va consolidando año tras año con un formato propio. Colaboré con ellos por primera vez en 2009. Era la segunda edición y fue un gran honor tocar junto a un excelente pianista mallorquín, mi amigo Óscar Caravaca. Josep Mª Fiol y Gabriel Quetglas hacen una gran labor de difusión de la música clásica y de apoyo firme y decidido a jóvenes talentos de Mallorca y del panorama nacional e internacional. El próximo 9 de abril volveré a tocar y será con el pianista catalán José Menor, con obras de obras de Granados, Cassadó, Manén, Bach y Saint Saëns.
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