El camino de la fiesta grande de Valencia hasta llegar al más alto reconocimiento patrimonial internacional, confirmado este miércoles en Adis Abeba (Etiopía), no ha sido tan efímero como la vida de sus monumentos sino que ha durado más de cinco años, impulsado por numerosos apoyos aunque también con escollos superados, como las protestas del colectivo antitaurino y de entidades vecinales.
Superados todos los escollos y con el título ya de Patrimonio Inmaterial de la Unesco en el bolsillo, Valencia sabe que «ganar el reconocimiento es difícil pero perderlo es muy fácil», como advertía el concejal de Cultura Festiva y presidente de la Junta Central Fallera, Pere Fuset.
Ahora empieza el verdadero reto de las Administraciones y la sociedad valenciana para dotar a esta fiesta declarada de Interés Turístico Internacional y a todo lo que la rodea de una protección que la dote de una singularidad y la mayor visibilidad internacional posible, sin perder su sello tradicional.
Valencia lo tiene claro y ya prepara un Plan Estratégico que incluye un estudio de impacto económico, social, turístico y ambiental que permita conocer las entrañas de una fiesta que no es patrimonio exclusivo de los falleros, sino de toda la sociedad valenciana, y ahora de todo el mundo, una fiesta «que gestiona el 10% y vive el 100%».
En su camino para ser Patrimonio Cultural e Inmaterial de la Unesco, las Fallas han recogido el apoyo de multitud de sectores, instituciones y administraciones y han conseguido que les dediquen una mascletà, uno de los principales iconos falleros, e incluso un pasodoble.
Con su decisión de este miércoles, la Unesco ha dado notas de universalidad a una banda sonora de las Fallas ya de por sí internacional, en la que se combinan ecos de ironía artística y pirotécnica y una amalgama de olores, colores y emociones.
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A este paso declararán Patrimonio de la Humanidad el barrio de Son Gotleu.