¿La ópera es de derechas?
— No, en absoluto, es universal en todos los sentidos. Se asoció a la derecha en este país, se decía que las señoras iban a lucir sus pieles y sus joyas, pero esto ha cambiado hace mucho tiempo.
Se cumplen 28 años del mítico concierto con Luciano Pavarotti y Plácido Domingo en Caracalla, ¿Qué recuerdo guarda de aquella época que cambió la percepción de la ópera en el mundo?
— Fue fenomenal tener la oportunidad de cantar para personas menos familiarizadas con la lírica y poder llamar su interés.
La ópera posee tanta fuerza dramática y los momentos en escena son tan intensos que me pregunto si se disfruta más sobre el escenario o entre el público.
— Soy un aficionado, independientemente de que sea mi profesión. He disfrutado mucho interpretando, pero también estando entre el público, aunque allí arriba hay más tensión.
Usted, que ha interpretado a decenas de personajes, ¿a cuál se parece más?
— Es difícil. La verdad es que los personajes a los que más ligado me he sentido han sido los que tenían un rol romántico, como Don José en Carmen.
¿Ha conocido el fracaso?
— Una mala noche la ha tenido cualquiera, hay que aceptarlo, pero a eso no lo considero un fracaso. Un fracaso en un período largo de bajo nivel. Eso, afortunadamente, no me ha sucedido.
¿Tiene la misma percepción del error propio que del ajeno?
— Sinceramente, tengo mayor percepción de mis errores que de los ajenos, lo digo sin arrogancia. Soy mucho más indulgente con los demás que conmigo mismo.
Si tuviera una máquina del tiempo, ¿qué estreno le gustaría presenciar?
— Imagínese poder asistir al estreno de Carmen, Aida o Don Giovanni. También me hubiera gustado asistir a alguno de los míos.
¿Cuál es su mayor desafío en estos momentos?
— Intentar subirme al escenario, al menos, un par de años más.
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