La Grecia en crisis ha formado parte de sus novelas. ¿Cómo está el país tras diez años de crisis?
—Está en una situación muy difícil aún. En Grecia se habla de que se ha superado a crisis, pero lo único que ha terminado es el control férreo de la Unión Europa sobre nuestra economía. El problema es la desaparición de la clase media. Grecia no es un país industrial, productivo o con grandes empresas. Solo tenía una economía de nivel medio sustentada en la clase media desaparecida.
Esta situación recuerda a España.
—Todo el sur de Europa es así. En Italia también es muy intenso este fenómeno del empobrecimiento de la clase media, desde Roma para abajo. El gran problema de la clase media europea es su empobrecimiento y esto tiene consecuencias no solo en economía o política.
¿Cómo lleva todo este diagnostico a la literatura?
—Soy un escritor que cuando veo un problema, lo describo. No espero a se haya solucionado. Cuando un problema social me pone de los nervios, me pone fuera de mí, es cuando me lleva a escribir una novela. Para escribir tengo que estar enfurecido.
En su última novela, la universidad es víctima de sus críticas.
—En Universidad para asesinos critico a los profesores universitarios que dejan las aulas para dedicarse a la política. Sus plazas no son ocupadas, ellos solo buscan su beneficio y supone un problema para los alumnos.
¿Tiene motivos para estar enfurecido?
—La gente ha sufrido mucho por la crisis y lo he aprovechado para escribir. No espero a que se arregle, solo hablo del sufrimiento.
En sus novelas mueren políticos, corruptos, empresarios avariciosos, profesores universitarios repletos de ambición... ¿Es su propio ajuste de cuentas sin sumar antecedentes penales?
—En Europa aplaudimos a la generación de mayo del 68, la generación de la Transición en España o la caída de la Dictadura de los Coroneles en Grecia. Entonces llegaron al poder y causaron la crisis. Las generaciones más jóvenes no quieren saber nada de los políticos. Dicen que todos son iguales y han perdido la confianza en ellos.
¿Qué problemas acusa en este momento la educación helena?
—Educamos especialistas en un solo tema pero no conocen ninguno más. Hablando con una profesora universitaria griega, le recriminaba que sacasen a la calle analfabetos con máster. Son auténticas estrellas en su tema pero en el resto son un desastre. La gran desgracia es que la educación generalizada ya no existe.
Después de publicar esta novela, no le deben quedar muchos amigos en la universidad helena...
—La mitad de los profesores universitarios me odia y la otra mitad me adora [se carcajea].
¿Cómo lleva la crisis al papel?
—En las novelas policiacas tradicionales la pregunta es ‘¿quién es el asesino?'. En las mías, me pregunto por qué esa persona rebasa los límites para convertirse en un asesino. Esta superación de los límites tiene mucho que ver con la política y la sociedad.
En sus novelas negras también arremete contra los paraísos fiscales, como en Offshore, o la inmigración, en La muerte de Ulises. ¿A quien le toca recibir en su próxima novela?
—Ya está publicada en Grecia y su título es La época de la hipocresía. Asesinan a un hombre muy rico, propietario de una cadena hotelera, que también ayuda a estudiantes sin recursos. Y muere por esa hipocresía de ayudar a esa clase más desvalida. La nota que aparece junto a su cuerpo está firmada por El ejército de los ignorantes nacionales.
Hace décadas la novela policiaca era vista como un género menor pero la suya es una novela negra social, con los grandes temas contemporáneos.
—Entiendo mi obra como un puente entre la novela policiaca normal y la novela política y social. Pero esto ya se hacía en el siglo XIX, y existía en Los miserables, Crimen y castigo, Los hermanos Karamazov... Ya escribían así Zola y Balzac. Todos ellos aprovechaban la novela policiaca para hablar de la sociedad de la época.
¿Qué diferencia a un escritor de novela nórdica de uno mediterráneo?
—En la novela nórdica la política queda fuera aunque hable de su sociedad. Algo que no ocurre en la novela mediterránea, ya sea en la obra del italiano Camilleri, el español Vázquez Montalbán o en mi caso. Además, en la novela del sur del Mediterráneo nunca aparecen crímenes con violencia gratuita. Quizás se deba a que hemos pasado por dictaduras, hemos vivido desapariciones. Esa nota de sadismo ya la hemos saciado.
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