¿Se imaginan un trabajo donde no se cobra el salario hasta dos años después? ¿O que, con suerte, cotiza solo la mitad de lo trabajado? Un trabajo que no le da para vivir y tiene que simultanear con otro o en el que se le paga no en euros, sino en ‘visibilidad', como si eso llenara la nevera. Esta es la situación de muchos artistas.
El ejemplo de este actor anónimo, por temor a represalias, es bastante representativo: «Mi cuenta está a cero. Vivo de trabajos ocasionales con jornadas de doce horas y al terminar, estudio en casa. Esas horas no me las pagan». Es la vida de un actor de teatro cuando se apagan las luces del escenario: «El glamour... Eso sí que es ficción». Veterano de la escena, señala que «hace 25 años me dieron 25.000 pesetas por un día de trabajo. Ahora pagan 150 euros». La misma cantidad con un cuarto de siglo de diferencia. Para poder subsistir, lo combina con otros trabajos. Es el precariado pluriempleado de la cultura.
Opositar para vivir
El 45º premio de Ensayo de Anagrama, El entusiasmo, de Remedios Zafra, redunda precisamente en cómo se apela a ese entusiasmo en artistas y académicos para pagarles poco. O nada. Este periódico se ha puesto en contacto con ella para una entrevista que no ha podido conceder porque «estoy en la recta final de unas oposiciones. [...] En cierta forma, derivando en la práctica hacia lo que predico y denuncio en El entusiasmo». Precisamente uno de los temas que toca el recién creado Pla de Cultura es la precariedad del artista. ¿Se puede vivir del arte? Parece complicado. Muchos son funcionarios, jubilados o combinan como pueden un trabajo y su tiempo libre.
A sus 43 años, Laura Marte no ha cotizado ni dos años. Esta artista plástica señala que «el año pasado facturé 12.000 euros brutos y de ahí tengo que pagar a otros colaboradores, el coste de mis producciones, el IVA, restarle un 15 por ciento de IRPF... Dentro de un mes tendré que pagar 220 euros de autónoma y no podré asumirlo». La presidenta de la Asociación de Artistas Visuales de les Illes Balears (AAVIB) advierte que «no estamos legislados. No te pueden contratar como artista pero sí como actor o torero». Las instituciones recurren a estos artistas para convocar concursos en los que «no pagan honorarios cuando estás seleccionado. Por lo menos deberían pagarte el transporte y el seguro. Te piden la cesión de las piezas gratis». Es cierto que el Consell de Menorca, Palma, Calvià, Campos, Porreres o el Museo Es Baluard están adoptando buenas prácticas, pero Marte cree que el 15 por ciento del presupuesto de una exposición debería destinarse a un artista. Con semejante panorama a ella no le conceden créditos ni hipotecas.
La literatura tampoco es fácil. El escritor Carlos Meneses calcula que por cada libro, que le supone dos años de trabajo, ingresa unos 400 euros. Con 13 libros en su haber, el último de ellos Adictos al caos, recuerda que «una editorial en la que publiqué en 2005 me pagó el acumulado de los derechos de autor diez años después». Colaborador de este periódico, tiene un trabajo ‘normal': es taquillero en la Sala Augusta. «Aunque tengas un buen volumen de ventas en editoriales prestigiosas, no te llega para un buen sueldo. Ya me he autodescartado para publicar en una gran editorial. Hay otras más modestas que tienen una gran calidad». Llevadas por el romanticisimo, «apuestan por tu libro a sabiendas de que no van a recuperar el dinero».
Impagos de dos años
Ginés Fernández es músico y ha trabajado de todo: librero, en un servicio de custodia de coches y ahora, con oposiciones. «Trabajo para comprar alimentos y no extinguirme», dice con sorna Fernández, que aún recuerda cómo en 2012 estuvo esperando dos años al cobro de unas facturas de la Administración pública. Ahora sus conciertos son «más low cost. Muchos músicos son precarios. Trabajan de jardineros o maleteros». Pese al sacrificio, «gracias a la música he vivido grandes experiencias». Este batería que forma parte de bandas como Los Bélmez, Neotokyo, Los Crudos o Garras, dice que le han ofrecido tocar «a cambio de copas o visibilidad. Pero a mi edad ya no lo toleras».
Los hay que consideran el pluriempleo como un estilo de vida. Bernat Company, que se dedicó antes a la batería que al periodismo, los fines de semana presenta los informativos de IB3, y es precisamente los fines de semana cuando tiene bolos. «Trabajo de viernes a domingo de 9:30 horas a 21:30 horas. Y tengo conciertos a medianoche, así que hasta las 4 de la mañana no me acuesto». El truco para aguantar el tirón pasa por «no beber alcohol, ir a tocar y pasarlo bien». En su caso, la música es un complemento de su sueldo. Se podría vivir de la música «a costa de hacer cosas que no te apetecen o en sitios que no te gustaría». Ahora mismo está tocando con Pep Suasi y los Eléctricos. Los hoteles pueden convertirse en un buen refugio para los músicos, «aunque se pierde la parte romántica. Si trabajan todos los días pueden cobrar hasta 3.000 euros al mes, pero eres autónomo y es muy sacrificado». Ahora mismo toca con The Claps, Alex Maldonado, Noa Nilwen, Pep Suasi... «Yo nunca he tocado gratis. Sólo si es benéfico», y señala que no es sólo la actuación en sí, sino el montar los instrumentos y volver a desmontar. Dos horas de actuación suponen siete horas de trabajo.
Después de años de carrera, ahora se considera afortunado. Francesc Grimalt dedica el 80 % de su actividad profesional al arte en su cuartel general, La Madriguera. El 20 % ejerce de profesor de plástica en el colegio Sant Vicenç de Paul, en Binissalem. Ilustrador todoterreno, dibuja sus propios libros, para otros autores y el cine, ya sea en El hombre que mató a Don Quijote, de Terry Gilliam, como la china Asura. Sus alumnos le inspiran personajes: «Necesito contacto con seres humanos. Podría estar tres días encerrado pintando sin darme cuenta». Ser artista le ha supuesto un problema para ciertas cosas, como una hipoteca. Licenciado en Bellas Artes y Filosofía, dice que «muy poca gente puede decir que vive solo del arte». Profesor, músico callejero o ilustrador, toca tantos palos que ejemplifica al perfecto artista pluriempleado.
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